Páramo (Teverga)


Textos:
-Los vaqueiros de alzada-Jovellanos.
-Balada del buen amor.
-La Güaxa.
-La leyenda del lago.
-El sapín.
-Respuesta de Jovellanos al general francés.
-El asturcón.
-¡Probe!
-"Non tan sola"
-Señaldades.
-El neñu coxu.
-El guetu de Retruyes.
-La entrada de los franceses en Genestoso.
-L´últimu besu.
-L´antroxu.
-Escena en la cocina.
-L´intierru.
-"Panel de color verde"
-"El mal de Pachu"
-"Embalsamientu baratu"
-El insulto.
-Una rogativa.
-Crónica de una lengua arrebatada.
-Cantares.





Vaqueiros de alzada.

Páramo. - Lugar y parroquia del mismo nombre (Teverga). La parroquia de San Justo de Páramo tiene una extensión de 14,81 km cuadrados y comprende los núcleos de Páramo y Villade Sub. Situado a 820 de altitud, a orillas del río Valdesampedro, Páramo dista 11 km de La Plaza, capital del concejo y tiene una población de 90 habitantes. La vida y la historia de este poblamiento  está íntimamente vinculada con el Real Privilegio de Bermudo III toda vez que durante varios siglos  fue la capital del concejo denominado El Privilegio, en el que se integraban además las aldeas de la Focella y La Villa de Sub. Estos pueblos, amparados ante un documento tan generoso, gozaron de los derechos del mismo hasta el siglo XVIII constituyendo un concejo independiente hasta que en el 1783 fue anexionado al concejo de Teverga.  Se reunen en esta feligresía 2 riachuelos; el uno que baja del Puerto de Ventana, y el otro que desciende del puerto de Navaliegas. 


Los vaqueiros
Este no cultiva aquí la tierra, ni forma prados: pastorea exclusivamente; pasa la noche en la cabaña de rusticidad primitiva, y fuera de ella enciende alguna vez el fuego, y fuera también ordeña, fabrica el sabroso requesón y vive la vida frugal y honrada de los pastores.
Quedan, algunas brañas que siguen la costumbre de alzar totalmente su morada como La Estaca, Cadavales, Bustellán y Las Tabiernas, en Tineo; Faedo y Gallinas, en Salas.  D. Alfonso III en la era de 946 concede á la iglesia de Oviedo y á su Obispo D. Gomelo, diferentes ornamentos de oro, plata y seda, y muchos libros sagrados, como también el sitio de Naranco, donde expresa que antes había unas termas ó baños, con palacios y grandes huertas; y también dona la braña de Cogollos, y diferentes lugares é iglesias.
Por testamento otorgado en 1472, Gonzalo Fuertes de la Sierra, deja a su hijo Arias González Fuertes, entre otros bienes, la braña de la Candanosa, en el concejo de Cangas.  El vaqueiro  de alzada ha sido considerado siempre como un ser vil y despreciable; como el individuo  de una raza que llevara en la frente la marca infamante de los réprobos; y él y su mujer y sus hijos devoraron en silencio este baldón, y sufrieron, siglos y siglos, esta injusticia con una calma estoica y con una paciencia más grande  y poderosa que la persistente cuanto innoble terquedad de sus perseguidores. No es nuevo en la historia este fenómeno social. El pária de la India, nacido para servir á los brahmanes, y colocado en la escala de los seres después del caballo; el desgraciado sudra, el ilota lacedemonio, el gabaonita de Judea, la plebe romana, los galos en el reino de los Francos, los esclavos del viejo Egipto, los chuetas de Mallorca lo mismo que los vaqueiros de alzada en Asturias sufrieron, y algunos sufren todavía, el desprecio, el odio y la encarnizada persecución de sus semejantes, como castas infames, razas malditas, abominables y dignas de la pública execración. Los apellidos, Acero, Alva, Ardua, Arnaldo, Bardo, Bardasco, Verdasco, Boto, Calvin, Clavinos, Feito, Folguerón, Garrido, Gavilán, Gancedo, Gayo, Jaquete, Martiello, Mingarinos, Nido, Oso, Parrondo, Playón, Riesgo, Redrúcio, Redruello, Siello, Valiente etc.  son notoriamente exclusivos de los vaqueiros. 
En los entierros vaqueiros lo más notable es el banquete fúnebre, que llaman óbito. Esta costumbre, antiquísima, era general no solo en Asturias, sino fuera de ella. Los vaqueiros de alzada. Bernardo Acevedo y Huelves.  1893.-
La economía del vaqueiro estaba ligada a su transitar continuo, a la arriería y al comercio, principalmente con Castilla. “Desde las alzadas, fácil era el acceso a Castilla, por lo que en los meses desde el fin de la primavera al otoño, se dedicaban al comercio, llevando con recuas de mulas, desde Asturias, maíz, carnes saladas, pescados en salmuera, cuero… y volvían con el codiciado vino, trigo, centeno y cirios y velas. La Nueva España.  Martes 26 de enero 2010. -
Jovellanos 
los vaqueiros de alzada
Carta a D. Antonio Ponz, sobre el origen y costumbres de los vaqueros de alzada en Asturias.
Amigo y señor: si yo hubiese de hablar á usted de los vaqueros de alzada, que han de ser objeto de esta carta, según  las ideas y tradiciones populares recibidas acerca de ellos, ó  si pudiese  conformarme con lo que el vulgo cree de su origen, carácter y costumbres, pudiera ciertamente hacerle una pintura muy nueva y agradable de estas notables gentes; pero no lograría fijar, como deseo, las opiniones  que las ensalzan ó envilecen. Tal suele ser la fuerza de todas las creencias populares: corren sin tropiezo largos años, sostenidas por la común preocupación, hasta que la buena ó mala crítica de los escritores  las desvanece ó las autoriza. Mas cuando las plumas callan, como en esta materia, el tiempo las fortifica  y perpetúa, y entonces el que quiera ser creído, no tiene mas que adoptarlas é irse tras ellas.
Sin embargo, V.  puede haber conocido que mi correspondencia  dista igualmente del deseo de adquirir  gloria por medio de  relaciones vanas y portentosas, que de la ridícula  pretensión de agradar temporizando  con los errores y falsos principios. Mi método se ha reducido hasta aquí á observar cuanto puedo, según la rapidez de mis correrías, y á exponer á V. mi modo de pensar sin sujeción ni disimulo; y si alguna vez alabo ó vitupero, es solo cuando  la vista del bien ó del mal hacen que el corazón gobierne la pluma y le dicte sus sentimientos. Sin embargo, esta carta no dejará por eso de ser curiosa, porque ni callaré lo que comunmente se cree de los vaqueiros, ni dejaré  de exponer mi sentir acerca de ellos,  por más que se aleje  de el de muchos que los tratan  y observan continuamente más de cerda. Ello es que hay hartos  puntos  en que su modo de vivir  y sus usos  no se conforman con los del restante pueblo de Asturias; pero las señales  que los distinguen  no bastan para atribuirles remoto ni diferente origen. Veámos, pues,  de dónde dimanan, y por qué, teniendo una misma derivación, tienen tan diferentes costumbres. Semejantes indagaciones, hechas sobre  objetos propios  y vecinos,  deben ser preferidas á las que se emplean  sobre tantos  otros extraños  y remotos: yo veo que decía muy bien un elocuente escritor; que los españoles  habían sido más curiosos  de conocer las cosas ajenas, que diligentes en ilustrar las propias. 
Otro empezaría informando á V. de lo que es este pueblo  en la opinión, para examinar después lo que parece en la  realidad. Yo seguiré el método contrario: diré primero lo que son, y de ahí podrá V. inferir lo que fueron. 
Vaqueiros de alzada llaman aquí á los moradores de ciertos pueblos fundados  sobre las montañas bajas y marítimas de este Principado, en los concejos que están á su Ocaso, cerca del confín de Galicia. Llamase vaqueiros porque viven comúnmente de la cría de ganado vacuno; y de alzada, porque su asiento no es fijo, sinó que alzan su morada y residencia, y emigran anualmente con sus familias y ganados á las montañas altas.
Las poblaciones que habitan, si acaso merecen este nombre, no se distinguen con el título de villa, aldea, lugar, feligresía, ni cosa semejante, sinó con el de braña, cuya denominación peculiar á ellas significa  una pequeña población habilitada y cultivada por estos vaqueiros.
La palabra braña  pudiera dar ocasión a muchas reflexiones, si buscando su origen en alguna de las antiguas lenguas, quisiésemos rastrear  por ella el de los pueblos que probablemente la trajeron á Asturias. Pero este modo de averiguar  los orígenes de las gentes y naciones es muy falible y expuesto a grandísimos errores. Bástele á usted  saber que braña  vale tanto en el dialecto de Asturias como en la media latinidad brannam, lugar alto y empinado, según la autoridad de Ducange. 
El vecindario de cada braña es por lo común muy reducido, pues fuera de alguna otra que llega á 50 hogares, están por lo común entre 20 y 30, y aún las hay de 16,14, 8 y 6 vecinos solamente. 
Se hallan brañas en los concejos de Pravia, Salas, Miranda, Coto de Labio, Tineo, Valdés y Navia; y aunque en otros  más interiores se conocen también, son allí raras, no permitiéndolas la naturaleza del suelo, ni el género de vida y cultivo á que son dados sus moradores, ó bien por haberse convertido  estos en labradores  al uso común del país, perdiendo el nombre de brañas y vaqueiros, como hoy se ve en las Ordereies y Corollos, del concejo de Pravia.
Los vaqueiros viven, como he dicho, de la cría de ganados, prefiriendo  siempre el vacuno, que les da su nombre,  aunque crían también alguno lanar y caballar.  Las demás ocupaciones son subsidiarias, y solo tomadas para suplemento de su subsistencia. Tan cierto es que el interés, este gran móvil a que obedece el hombre en cualquiera situación, no ha inspirado todavía á estas gentes sencillas otro deseo que el de suplir á sus primeras y menos dispensables necesidades. 
La riqueza, pues,  cifrada en esta granjería pecuaria, no proveería  á una gran multiplicación de estos vaqueiros, sinó buscasen el aumento de sus ganados, origen de su subsistencia, por dos medios igualmente seguros; uno, el de trashumar con ellos por el verano a las montañas altas del mismo  principado y del reino de León, y otro, el de cultivar  prados de guadaña para asegurar con el heno  que producen el alimento de sus ganados durante el invierno.
En este punto son nuestros vaqueiros muy dignos de alabanza, pues con laudable afán abren sus prados, aunque sea en las brañas más ásperas, los cercan de piedra, los abonan con mucho y buen estiércol, divierten  hacia ellos todas las aguas que pueden recoger  y siegan y embalagan su heno  con grande aseo y perfección.  No hay, créalo usted,  no puede presentarse  objeto más agradable a la vista de un caminante  que esta muchedumbre  de pequeños prados, presentados á ella como otras tantas alfombras  de un verde vivísimo, tendidas aquí y allí sobre las suaves  lomas en que están situados  los pueblecitos, interrumpidas por las cercas y chozas  y pobladas  de variedad de ganados que pasan sus yerbas y cruzan  continuamente por ellas.
Es verdad que estos ganados son pequeños; sus ovejas me parecieron un medio entre las merinas y las churras comunes, acaso  porque la corta emigración que hacen anualmente, ó bien la sola excelencia de las yerbas que pastan, puso la finura  de sus lanas en medio de las otras dos clases.  Sus bueyes  y caballos son también  de corto tamaño y valor,  cifrándose  este, más que en la calidad,  en el número, y pudiendo  aplicárseles muy bien lo que Tácito  dijo  de los que criaban los antiguos pueblos del Norte.
Sus casas, si es que cuadra este nombre á las chozas que habitan,  son por la mayor parte de piedras, y aunque pequeñas, bien labradas y cubiertas.  Sin división alguna interior, sirven á un mismo tiempo de abrigo á los dueños y á sus ganados, como si estas gentes se hubiesen empeñado  en remedar hasta en esto á los de aquella dichosa edad.
En estas casas ó chozas pasan el invierno los vaqueiros y las vacas, mantenidas con el heno que tienen recogido, mientras cubren  todo el suelo  las nieves, que ni son abundantes, ni durables en él; porque la mayor parte de las brañas, sobre ser bajas están cercanas á la costa: los aires marítimos templan considerablemente la atmósfera, y la humedad del vendaval las deshace en un punto. 
A la venida del verano, y este es el segundo medio para la multiplicación de sus ganados, se ponen en movimiento todos estos pueblos para buscar los montes altos de León y sus frescas yerbas. Estuvo  en algún tiempo arreglado el día de la partida y de la vuelta de San Miguel á San Miguel, esto es, desde el 8 de Mayo al 29 de Septiembre. Ya en esto como en todo son libres, y así como atrasan  su vuelta hasta San Francisco suelen retardar  su partida hasta San Antonio. Llegado este plazo, alzan y abandonan del todo sus casas y heredades, y cada familia entera, hombres y mujeres, viejos y niños,  con sus ganados, sus puercos, sus gallinas y hasta sus perros y sus gatos, forma una caravana  y emprende alegremente su viaje, llevando consigo  su fortuna y su patria, si así decirse puede de los que nada dejan de cuanto es capaz de interesar á un corazón no corrompido  por el lujo  y las necesidades de opinión.  Otra cosa bien digna de notarse en estas expediciones  es que el ganado vacuno sirve también para el transporte aún con preferencia a los caballos ó rocines.  Vería usted  que sobre las mullidas  y entre los mismos cuernos de los bueyes  y vacas,  suelen ir colocados, no sólo los muebles y cacharros, sinó  también  los animales domésticos y hasta niños inhábiles para ta largo camino.  No conociendo el uso de los carros, ni permitiéndolos la aspereza de los lugares que habitan, ni la altura de los vericuetos que atraviesan,  fian sus prendas más caras á la mansedumbre  de aquellos animales que la providencia  crió para íntimos compañeros del hombre, y en cuya índole dócil  y laboriosa colocó la naturaleza  el mejor símbolo de la unión y felicidad doméstica. 
En las montañas, su vida se acerca más al estado primitivo, pues ni tienen casas, haciendo  la estación menos necesario el abrigo, ni se afanan  mucho por su subsistencia, hallando en la leche de sus ganados un abundante y regalado alimento.
Sin embargo, como el principal motivo de esta emigración sea la escasez de pastos, las familias de aquellas brañas cuyos términos son más anchos y fecundos no mudan sus hogares, ó tal vez se parten quedando algunos individuos con cierto número de cabezas, y trashumando  los demás á las montañas con el restante armentío,  que así llaman á la colección de sus ganados. En ambos casos,  llegado al sitio, se adelantan los más robustos, vuelven á hacer la siega de los prados, y ponen en bálagos la yerba, en lo que tienen muy grande esmero, como he podido observar por mi mismo. 
A la entrada de Octubre vuelve la caravana  con su fortuna y penates, y colocándolos en el hogar primitivo, pasan allí la cruda estación mas guarecidos y no menos libres y dichosos. 
Créame usted, amigo mío, estas gentes lo serían del todo, y su independencia  sería la medida de su felicidad, si con tantas precauciones no les forzase  todavía la necesidad á buscar en otros medios de subsistir  una fortuna más amarga y ganada con mayor afán.
Hay algunos que á la cría de ganados juntan el cultivo de las patatas, y los que así lo hacen, apenas conocen otro alimento que este fruto  y la leche; mas como no sea dado á todos los vaqueiros  la proporción de este cultivo, porque ó la esterilidad ó la estrechez  del suelo lo rehusa, los que carecen de tan buen auxilio  tienen que comprar  maíz, pues viven de boroña  ó de una especie de podentas hechas con la harina de este grano. Para hacer estas compras, es indispensable poseer algún sobrante del producto de sus granjerías; y vea usted aquí el origen del continuo afán en que viven y el estímulo de su rudo é incesante trabajo. 
Sea, pues, por la fuerza de esta necesidad, ó tal vez por codicia, que suele tardar poco en ganar los corazones de los hombres, nuestros vaqueiros se meten en el invierno y aún en el verano á traficantes , comprando en los puertos y mercados  de la costa pescados, frutas secas, granos y legumbres para venderlas en otros de tierra adentro. Para esto solo apetecen, y apenas tiene otro uso, su ganado caballar. Entre tanto el cuidado de prados y armentío queda al cargo de viejos y mujeres. De aquí viene que algunos  hayan juntado  mayores conveniencias. De aquí tal cual desigualdad de fortuna que hay entre ellos. De aquí la mutua dependencia, el orgullo, la pobreza, y otros vicios de que acaso  habrá ocasión de hablar más adelante.
Sin embargo, es menester confesar, que si hay un pueblo libre sobre la tierra lo es este sin disputa, no porque no esté como los demás sujeto á las leyes generales del país, sinó porque  su pobreza le exime de las civiles, y su inocencia de las criminales. Aún los reglamentos  económicos no tienen jurisdicción sobre él, porque cultiva solo para existir, y trafica con el mismo fin, y solo en los mercados libres. 
La aspereza de sus poblaciones aleja de él los molestos instrumentos de la justicia, y su rudeza natural los sorteos y los ensanchadores para la guerra.  Considerado  como una gran familia acogida a la sombra del gobierno, vive en cierta especie de sociedad separada, sin ser á nadie molesto ni gravoso, y si no parte de las miserias, tampoco los honores, comodidades y recreos del restante vecindario. ¡Dichoso  si fuese capaz de conocer la libertad que de al cielo! y mucho más dichoso si supiese apreciar este bien que el lujo  va desterrando de la superficie del mundo!
Yo he pretendido rastrear si estos pueblos en sus bodas, bautismos y funerales tenían algunos ritos y ceremonias domésticas que abriendo campo a la conjetura, me guiasen hasta su origen; más nada hallé que despertase mi razón. Ello es, que profesando  una religión que no ha fiado al arbitrio de sus creyentes el rito ni la forma de sus misterios, no podía parecer el mio un empeño muy vano.  Sin embargo, no es raro  que en semejantes pueblos se descubran algunos vestigios  de su antigua religión y costumbres; indicios de que suele sacar gran partido la filosofía, pero que á mi me dejaron en la misma oscuridad.
Los matrimonios de los vaqueiros, más que al bien de las familias, parecen  dirigidos al de los mismos pueblos. Cuando alguno se contrae, todos los moradores  concurren alegres á la celebridad, acompañando  los novios a la iglesia y de allí a su casa, siempre en grandes cabalgatas, y festejando  con escopetazos  al aire y gritos y algagazara  aquel acto de júbilo  y solemnidad públicos, como si el interés  fuese común y dirigido á la prosperidad de una sola y gran familia.
Hay quien diga que en el convite general de este día se sirve un pan ó bollo, que á manera de eulogia se reparte en trozos á los convidados, y reservándose una parte muy señalada  para la novia, se le hace comer en público, graduando  de melindre  las resistencias de la honestidad. Grosera é indecente costumbre, si la fama es cierta, que no supone  grande aprecio de la modestia  y el pudor, pero que  por lo mismo dista mucho  de la primitiva inocencia, y hace sospechar  que á la sombra del regocijo  pudo introducirla el descaro entre los brindis y risotadas del convite.
Para solemnizar los entierros  se congrega también toda la braña: otro  general convite reúne á sus vecinos  en el oficio de consolar á los dolientes.  Colocado el cadáver  al frente de la mesa, recibe en público  la última despedida, y en ella el último  de los obsequios inventados á presenciar el funeral, y dicho el último responso, los concurrentes, empezando  por los más allegados, van echando en la huesa un puñado de tierra, y dejando  al sepulturero la continuación de este oficio,  se vuelven a sus casas pausados y silenciosos.  En los días próximos  llevan los parientes y dejan sobre la sepultura algunas viandas, prefiriendo  aquellas de que más gustó en vida el soterrado.  Costumbre antigua derivada de la gentilidad y común a otros pueblos, y que se tolera mirando estos dones como ofrendas hechas á la iglesia por vía de sufragio. 
Tal es el modo que tienen estas gentes de llorar a sus finados; y si entre  ellos son prolongados el dolor y la tristeza, verdaderas pruebas de su sensibilidad, son al mismo tiempo muy breves los lamentos y las lágrimas que tan mal se componen con la constancia varonil.
También son públicos sus bautismos, como si en ellos se solemnizase  el nacimiento y la regeneración espiritual  de un hermano común: así es que estos pueblos representan á cada paso la imagen de aquellas primitivas  sociedades que no eran más que una gran familia, unida  por vínculos tan estrechos, que hacían comunes los intereses y los riesgos, los bienes y los males.
Preténdese  finalmente  que para experimentar la robustez y sanidad de los jóvenes destinados al matrimonio, para asegurar la recíproca fé de los contratos, para prevenir ó alejar  los males y desgracias, y para indagar y predecir  los tiempos convenientes á sus faenas rústicas, se valen estos pueblos de ciertas fórmulas y signos, de cierta observación de los astros, y de ciertas palabras misteriosas  que el vulgo  tiene por ensalmos y malas artes, y en que acaso ellos mismos, ilusos, creen encerrada alguna  virtud desconocida y poderosa.  Pero ¿qué vale todo esto á los ojos de la filosofía? La superstición ha sido siempre la legítima de la ignorancia,  y los pueblos tienen más ó menos en razón de su mayor ó menor ilustración. Yo no veo aquí otra cosa que aquella especie de vanas y supersticiosas  creencias de que también abundan otros pueblos de nuestras más cultas provincias, modificadas de este ó del otro modo, pero siempre derivadas de un mismo origen, esto es, de  costumbres  tan antiguas, que tocan en los tiempos más oscuros y barbaros, y que no ha podido borrar del todo la luz de la verdadera fé, o porque bebidas en la niñez, es  muy difícil  deshacer su impresión, ó acaso porque, familiarizados con tales objetos, ni echamos de ver su fealdad ni aplicamos á su remedio todo el desvelo que merecen.  Tanta unión, tan fraternal concordia como se advierte entre los individuos  de cada braña, debiera persuadir que su espíritu  común las unía y las enlazaba a todas muy estrechamente. No es así: cada pueblo, reducido a sus términos  y contento con su sola sociedad, vive separado de los demás, sin que entre ellos se advierta relación, inteligencia, trato ni comunicación alguna. Acaso por esto no han podido  hasta ahora vencer la aversión y desprecio  con que generalmente son mirados. Nunca se congregan, jamás se confabulan, no conceden  la acción ni el interés común; y de ahí es que, defendiéndose por partes, siempre separados y nunca reunidos, la resistencia de cada uno no puede vencer el influjo de los aldeanos, que conspiran á una á menospreciarlos y envilecerlos. 
Esto, amigo mío,  esto son los vaqueiros en sí mismos; ahora debe usted ver qué cosa  sea esta desestimación en que los tiene el restante pueblo de Asturias. Pero  ¿acaso necesita usted que le diga yo su orígen para inferirle? Separados de los demás aldeanos por su situación, su género de vida y sus costumbres, tratándolos allí como vendedores extraños, que solo acuden   á engañarlos  y llevarlos  el dinero, era infalible  que hubiesen  de empezar aborreciéndolos, y acabar teniéndolos  en poco.  Cierto aire astuto  y ladino en sus tratos,  cierto tono arisco  en sus conversaciones, cierta rudeza agreste,  efecto de una vida montaráz y solitaria,  debieron concurrir  también á aumentar el desprecio  de los aldeanos, que al cabo han venido  á mirarlos y á tratarlos como á gentes de menor valer y poco dignas de su compañía.
Un abuso bien extraño nació de esta aprensión, y es que en algunas parroquias se haya dividido la iglesia en dos partes por medio de una baranda ó pontón  de madera  que la atraviesa  y corta de un lado á otro. En la parte más próxima al altar se congregan  los parroquianos  de las aldeas, como en la más digna, a oír los oficios divinos,  y en la parte inferior los de las brañas; distinción odiosa y reprensible  entre hijos de una misma madre y participantes de una misma comunión, pero que la vanidad ha llevado  más allá de la muerte, no concediendo  á los vaqueiros  difuntos  otro lugar  que el que pueden ocupar vivos,  y notándolos como los infames hasta en el sepulcro. Gracias a la simplicidad de estas gentes, que les hace menospreciar tan vanas distinciones, y de quienes pudiera también decirse lo que Tácito  de los Germanos.  Tan bárbara costumbre era digna por cierto de desterrarse del país culto, a quien infama harto más que a las familias que la sufren, pues la razón, llamada á pronunciar su voto, no podrá vacilar un punto  entre el vano orgullo que la inventó y la sencilla generosidad que la desprecia.
Como quiera que sea, esta y semejantes distinciones han levantado otra barrera  más insuperable entre los dos pueblos, que será eterna mientras la religión y le filosofía  no venzan el desprecio  de los que ofenden y el desvío de los ofendidos.  Entre tanto toda alianza , toda amistad, todo enlace  están cortados  entre unos y otros. Los vaqueiros  no tienen más mujeres a que aspirar que las de su brañas, y la virtud, la belleza, y las gracias  de la mejor de sus doncellas, no serán jamás merecedoras  de la mano de un rústico labriego.  Viene de aquí que apenas haya matrimonio á que no proceda una dispensa, ora la hagan necesaria los antiguos vínculo de la sangre, ora los recientes parentescos, que suelen hacer comunes el uso anticipado  de los derechos conyugales. ¿Quién diría que entre unos pueblos tan pobres, tan distantes y desconocidos, había de hallar una pingüe hipoteca la codicia de los curiales?
Esta necesidad vá estrechando más y más entre sí el amor recíproco de los vaqueiros  de cada braña, y alejándolos más y más cada día de los aldeanos. Por eso la misma separación, hecha ya de necesidad en la Iglesia, se observa por sistema recíproco en toda clase de concurrencias, donde los vaqueiros que junta el acaso hacen rancho aparte, formando en aquel solo punto causa común en los acaecimientos de cada particular, unidas entonces por la necesidad las fuerzas, cual si estuviesen con una guerra abierta y con el enemigo al ojo.  Triste argumento de lo que puede entre los hombres la preocupación, cuando, recibida en la niñez, ha pasado á idea habitual, y borrado aquella natural simpatía con que los hombres, y hasta los animales de una especie, se atraen, se buscan y se complacen en tratarse y solazarse juntos.
La gente aldeana, acaso para cohonestar su desprecio, ha atribuido á estos vaqueiros  un origen infecto, y los malos críticos, menos disculpables en su ignorancia, han pretendido autorizar este rumor fijándolo. Pero ¡cuán vanas, cuán infundadas son las opiniones en que se han dividido!
Dicen algunos que estos hombres descienden de unos esclavos romanos fugitivos, apoderados de las brañas de Asturias; pero la historia no solo no conserva rastro alguno de esta emigración , sino que la resiste. Los esclavos que tan valerosamente pelearon bajo la conducta de Espartaco en los últimos tiempos de la república, fueron por fin vencidos y muertos por Licinio Craso.  De su ejército, que había crecido hasta 120.000 combatientes, solo escaparon vivos 5.000, que al fin exterminó Pompeyo.  Floro describe su fin, con su elegancia acostumbrada, diciendo: ………..texto en latín…. Con que no pudieron  ser estos esclavos los que vinieron á poblar nuestras brañas. Por otra parte, es constante que los satures no fueron sujetados hasta el tiempo de Augusto, y aún entonces la victoria solo pudo comprender, y aún entonces la victoria solo pudo comprender á los augusta, esto es, a los que estaban de montes allende, en lo que hoy es reino de León, hasta la villa de Ezla, que es sin disputa el Astura de que habla Floro. Si, pues, los tramontanos no cedieron al ímpetu de los ejércitos de Augusto, menos podían ceder á corto número de esclavos. Aunque se quiera considerarlos como acogidos por humanidad, esta emigración no puede suponerse anterior a que emperador, porque entonces los esclavos habrían hallado un asilo más próximo en los satures cimontanos no subyugados todavía, ni posterior, porque después fueron unos y otros amigos de los romanos, unos rendidos á sus armas y otros á sus negociaciones. Fuera de que Plinio supone en unos y otros astures  240.000 habitantes, todos libres é ingenuos, y esto prueba  que no había entre ellos tales colonias de esclavos. No tiene, pues, la menor verosimilitud esta opinión acerca del origen de los vaqueiros. 
Menos inverosímil sería, aunque no menos infundada, la que derivase estos pueblos de aquellos esclavos moros que se rebelaron contra sus dueños en tiempo del Rey de Asturias D. Aurelio. Ya sus antecesores habían hecho grandes conquistas, y los esclavos por entonces no eran la riqueza menos apreciable del botín. Debía, por consiguiente, haber en Asturias gran número de esclavos moros, y esto mismo convence  el arrojo de conspirar contra sus dueños y emprender una guerra servil que el príncipe hubo de refrenar por sí mismo. Pero al fin en esta guerra venció don Aurelio, y los esclavos que salvasen la vida no recibirían ciertamente la libertad en premio de su conspiración. Agrégase á esto que el cronicón D. Alfonso, llamado de Sebastiano, no asegura que los esclavos fueron vencidos, sino que los redujo á su primitiva esclavitud. No es, pues, posible que estos esclavos  saliesen de su condición a ser fundados de nuevas colonias.  
Pero yo confieso de buena fé no ser estas las opiniones más válidas acerca del origen de los vaqueiros; que descienden de árabes ó de moriscos es lo que cree el vulgo, y lo que algunos han pretendido persuadir como más probable; más ¡cuán varios, cuán inconstantes, están en señalar la ocasión y la época de esta emigración!
Dicen unos que al tiempo de la conquista  de Granada vinieron a refugiarse á Asturias muchos de aquellos moros; pero la historia enseña que á los que se sometieron á los pactos del vencedor, que fueron por cierto muchos, se los dejó tranquilos en sus mismos hogares, y es increíble que los no sometidos, en lugar de seguir á sus jefes  y de pasar á Africa, comiesen tantas leguas por un país enemigo á buscar en los montes de Asturias una suerte más áspera é incierta que la que perdían. Otro tanto se puede decir á los que suponen  que los moros de esta emigración eran de los levantados en la Alpujarra en tiempo de Felipe II, cuyas circunstancias hacen todavía más increíble su retirada á Asturias; pues aunque al fin de aquella guerra civil consta que fueron muchos expelidos  de sus pueblos y dispersos por las provincias interiores nadie ha dicho  hasta ahora que viniesen a estas montañas, ni hay razón alguna de autoridad ni de analogía que pueda favorecer á esta opinión. Así que, no es creíble que estos moriscos hubiese venido uno siquiera á refugiarse a este país. 
La última de todas las opiniones supone que una porción de moriscos  huidos al tiempo de la general expulsión que se hizo de ellos en el principio del siglo pasado, fueron los que poblaron las brañas; pero ¿cuánto tiempo antes había en Asturias brañas y vaqueiros? Muchedumbre de escrituras de arriendo y foro anteriores á aquella época lo atestiguan. Por otra parte, ¿qué conveniencia hay,  qué analogía entre el genio, las ocupaciones, el traje, los usos y costumbres de estos dos pueblos? Por fortuna la historia de esta cruel é impolítica expulsión está escrita con el mayor cuidado: sin lo que dicen de ella los historiadores generales y provinciales, la describieron con gran exactitud Bleda y Azuar. No hay un rastro, no hay un solo indicio de que se hubiese escapado a Asturias ninguno de estos infelices expatriados. Y ¿qué buscarían en Asturias? Forzados á dejar su patria y sus hogares, cualquiera región del mundo les debía ser más dulce que el suelo ingrato que los arrojaba de sí. La época es reciente:¿por qué no se señala una memoria, un documento escrito del establecimiento de estos advenedizos? Las brañas son muchas en número; sus moradores muchísimos; pero probablemente son, pocos más ó menos, los que fueron muchos años ha; porque los pueblos que no aran ni siembran, que no conocen manufacturas ni artefactos, que viven solo de la cría de sus ganados, no pueden multiplicarse como otros donde la población crece en razón de lo que se aumentan las subsistencias.
¿Cómo, pues, es posible, que en un país hubiese admitido tantas bandadas de gentes extrañas sin que quedase alguna memoria de su establecimiento? Si se admitieron por lástima y humanidad, ¿quién lo hizo, dónde se firmaron, dónde se encierran los pactos de admisión? Y si ganaron sus brañas á punta de lanza, ¿cómo es que no ha quedado vestigio, memoria, ni tradición alguna de este suceso? Desengañémonos: el intento de dar á estas gentes un origen distinto del que tienen los demás pueblos de Asturias, es tan ridículo, que me haría serlo también si me detuviese más de propósito á desvanecerle.
No se me oponga lo que se ha escrito pocos años ha sobre el origen de los amargados. El nombre, el traje, la ocupación y el círculo preciso en que están confinados estos pueblos, ofrecían un campo vastísimo á las conjeturas, y tentaban por decirlo así, la erudición de los literatos para que se ocupase en ordenarlas. Y al cabo, ¿cuál ha sido el efecto de esta investigación, aunque emprendida por uno de nuestros mayores sabios? Fuera de la etimología del nombre ¿qué hay de probable en la curiosa disertación del reverendo Sarmiento? Harto más fruto puede esperarse del defensor de las chuetas, agotes y vaqueiros, que dirigiendo  sus raciocinios  contra la bárbara  preocupación que los envilece, siguió principios más conocidos y seguros, é hizo  un servicio más importante al publico y más grato a la humanidad. 
Algunos han querido inferir del traje y lengua de los vaqueiros la singularidad de su origen, pero con igual extravagancia. Su traje, compuesto de montera, sayo, jubón, cinto, calzón ajustado, medias de punto ó de paño y zapatos ó albarcas, llamadas coricies, por ser el cuero su materia, es en todo conforme al de los demás aldeanos, fuera de la casaca ó sayo:  este tiene la espalda cortada en cuchillos, que terminan  en ángulo agudo al talle, y el de los aldeanos se acerca más a la forma de nuestras chupas. Pero reflexiónese  que el corte de este último, que no es otro que el de una casaca ó chupa a la francesa, es de reciente introducción, e infiérese de ahí que el de los vaqueiros es el primitivo, nunca alterado por el uso, y probablemente el que llevaron generalmente en lo antiguo todos los labradores asturianos. 
La lengua de los vaqueiros es enteramente la misma que la de todo el pueblo de Asturias:  las mismas palabras, la misma sintaxis y mecanismo del dialecto general del país. Alguna diferencia en la pronunciación de tal cual sílaba, algún otro modismo, frase ó locución peculiar á ellos, son señales tan pequeñas, que se pierden de vista en la inmensidad de una lengua, y no merecen la atención del curioso observador. Lejos de ayudar este artículo para probar lo que se quiera, yo aseguro que él solo basta para establecer sólidamente la identidad del origen con los demás pueblos, cuyo dialecto, derivado de unos mismos y comunes orígenes, hablan y conservan.
No negaré yo que es muy  posible que estas familias establecidas en las brañas sean ramas de las que ocupan hoy la maragatería. Los vaqueiros van por el verano hacia el país de Leitariegos, vecino al de los maragatos, y las montañas que habitan por el invierno  son una serie derivada del monte de Leitariegos, que caminan siempre en declive hacia el mar. En el género de vida y ocupaciones, distan poco entrambos pueblos;  uno y otro vive de la cría de ganados; uno y otro se ocupa en la arriaría; uno y otro aborrece  los enlaces de los restantes aldeanos y es tenido en poco de ellos. La diferencia del traje y nombre  es lo único que los distingue, y en cuanto al primero nada prueba, por ser la cosa más expuesta a vicisitudes y mudanzas, y menos el segundo, pues pudieron  unos conservar el nombre del país que habitan, y los otros tomar el de la profesión en que se ocupan. Vea usted aquí la única conjetura que puede formarse, y con la cual acabaría mi carta, sino creyese que una observación que voy á añadir puede confirmar poderosamente mi modo de pensar.
He dicho a usted que hay también vaqueiros en los concejos interiores de Asturias, y tales son los que viven en la Bocela, Saliencia, Torrestío y Cogollo. En todo parecidos a los otros, dados como ellos a la cría de ganados, trashumando como ellos  por el verano a los puertos altos, la única diferencia  que los distingue es que ni trafican, ni son tenidos en tan poco de los aldeanos, sus vecinos, con quienes no solo tratan sino que alternan en el goce de oficios públicos, honores y derechos sin distinción alguna. Son también empadronados por nobles, cosa que no sucede a los de la costa, si se exceptúa a la familia de los Gayos, única que tiene ejecutoriada su hidalguía en las brañas de hacia el mar.  Prescindiendo, pues, de estas distinciones, que son puramente accidentales y de opinión, es claro que unos y otros deben tener un mismo origen pues son esencialmente tan parecidos. Cae, pues, de una vez todo el principio de la conjeturas y de las preocupaciones, y cae por sí mismo. Yo creo que la diferencia entre unos y otros vaqueiros  nace de la diferencia del suelo que unos y otros habitan.  El de estos últimos es todo igual y montunos, y por consiguiente distan menos en su situación, en sus ocupaciones y en su trato  de los aldeanos que en las de las otras brañas, donde hay tierras altas y bajas, y los aldeanos, dados solo al cultivo, viven más separados de los vaqueiros. Pero sea la que quiera la causa, ello es que conociéndose en Asturias unos vaqueiros de igual origen, traje, carácter y ocupaciones, que viven fraternalmente con los aldeanos sus vecinos, es claro que solo una preocupación irracional y digna de ser despreciada, combatida y desterrada por las gentes de talento, pudo producir la nota que se achaca a los aldeanos, y que como he dicho  hace más agravio a los pueblos que la imponen que a los que la sufren. 
Basta por hoy de vaqueiros: otro día hablaremos de artes. Salude usted entre tanto a los amigos comunes, y crea que lo soy suyo muy de veras.
Jovellanos. Los vaqueiros de alzada. Bernardo Acevedo y Huelves. 1893.-
Permita Dios que te vayas 
más allá de los infiernos
al Principado de Asturias, 
al concejo de Somiedo, 
hasta el monte de Tiblós 
donde el diablo dijo ¡miedo!.- 

Balada del buen amor
¡Madre, mira como llueve;
 qué negro se puso el cielo; 
como ciegan los relámpagos;  
qué ronco retumba el trueno…..!
Mira, madre, cómo llueve. 
El huerto  parece un río……
¡Qué noche para las almas 
que no tienen pan ni abrigo!
¡Qué será de nuestro hermano
 que hace tiempo que no escribe…. !
¡Ay, aquella carta suya 
 nos puso a todos tan tristes!
Madre:  tú nos la leías  y sollozabas… 
Nosotros te escuchábamos con pena.
Después…. llorábamos todos! 
De su vida tan doliente 
nada quería contarnos….
 Decía que estaba triste, 
decía que estaba pálido…. 
y quería decir más, y le dolía decirlo.
Y entones sólo escribía
 muchos puntos suspensivos.
Siempre hablaba de nostalgia,
 de cariños y de penas…..
¡Qué será nostalgia, madre! 
-¡Es el dolor de la ausencia!
¡Qué noche para los pobres! 
Se van a morir de frío…..
¡Calienta ese caldo, hermana,
 por si vienen algún mendigo!
¡Cómo ciegan los relámpagos…. 
cómo truena…. cómo llueve….!
¡Los arbolillos del huerto 
se los lleva la corriente…!
-Deja los árboles, hija;
 ¡qué será de vuestro hermano…. !
¡Acercáos a la lumbr
e para rezar el rosario!
Y en esas noches de invierno, 
cuando ruge la tormenta 
y el ronco trueno retumba, 
oigo voces que así rezan:
¡Aplaca, Señor, tus iras;
 perdona nuestros pecados, 
y haznos a todos humildes, 
piadosos, buenos y santos!
Y por los tristes mendigos
 que no tienen pan ni caba, 
guarda trigo en los hogares 
y caridad en las almas.
Y a los que andan por el mundo,
 huérfanos de todo bien, 
prodígales  el consuelo
 de tus bondades, amén. 
Campoamor de la Fuente. - Revista Asturias. Habana, 3 de Diciembre de 1916.-

La Guaxa
La guaxa yé un paxarón que fay: cuá… cuá. Anuncia la muerte. Y diz la xente: -¡Ay! que anda per ehí la guaxa, seguru  que Fulanu  ta muy mal. Que va morrir daquién. Pero ¡claro!, é lo que yo digo: La guaxa canta cuando ´l tiempu va cambiar.  Y el cambiu  tiempu tamién fay morrir al que ´stá muy mal.
…. la guaxa fay cú……..cú…… cú…. 
-Non . Así non. Que fay: cuá…. cuá….. cuá… . ¿Non la oistii? Y alcuéntreste a un pe la mañana y dizte: ¡Qué!, ¿non sabes qu´andaba la guaxa pe la quintana? -¡Coime! ¿sí? Dicen que ta Fulanu muy malu. -Como que mala seña yé. Que cuando viene la guaxa a daquíen lleva.
Santolaya (Cabranes)
Folklore de Asturias. María Josefa Canellada.-

La leyenda del Lago 
Hace muchísimo tiempo, millones de años, existió un lago que comprendía parte del territorio central asturiano.  Una parte de él ocupaba los terrenos del Monte Naranco y Oviedo, adquiriendo su mayor anchura hacia Nora. El lago presentaba otras lenguas, una de las cuales invadía lo que hoy es Infiesto y todo el curso del actual río Mon hacia Cuerrias de la Maza. Quedaban bajo el gua tierras de Pola de Siero, Nava, Pintueles, Viyao, Cadanes, Borines, Vallobal, Cereceda, Sorribas, las Arriendas, parte del concejo de Cabranes y del  de Onís, y terminaba en punta hacia las tierras de Asiego (Cabrales). Limitaba en parte esta enorme extensión de agua una sierra: El Fito.Cayón-Qués, al sur del macizo el Sueve. En parte de estos territorios, al abrir las carreteras, se encuentran multitud de pequeños fósiles que fueron quedando como testigos, sepultados en la desecación lenta del lago. Cayón era ya un monte con la personalidad que tiene hoy, de gigante negro, pero era más largo, formaba un solo  sistema con Qués.  Enfrente estaba el agua, toda movilidad y frescura, toda fuerza contenida, y buscaba manera de ampliarse, de derramarse, de inundar  lo que luego serían prados  y cauces risueños y puñaladas.  El Monte, macizo, resistía a las aguas, seguro de su grandeza e inamovible en su reciedumbre. Se entabló la tremenda competencia de fuerzas, y el agua pudo más. Venció chupando las mismas raíces del Monte, rompió las leyes de los equilibrios, y salió impetuosa  labrando un cauce del río, del río Piloña. La Cuesta Cayón, quedó apartada de la de Qués.  La Cuesta Cayón acusó la pérdida de su integridad, se hizo más dura, más agreste. Alcanzó para siempre ya ese matiz oscuro de su lomo gigante, y como los cataclismos de tal grandeza siempre dejan el sitio marcado ( y aun espiritualmente marcado), queda como testimonio  el ambiente duro y agrio, y miedosamente desierto del Piélago ( El Puelgu Negru), oscuro y remansado  como bajo una maldición milenaria. 
Folklore de Asturias. María Josefa Canellada.-

El sapín
Pal llau d´un sacu que taba xunta la casa de María Tapinos, había tres furacos y ellí vivín tres sapinos hermanos. 
Al escurecerín, pel verañu, to los dís, salín los tres sapos de los so furaquinos y ponínse  cantar.
Regolviendo regolviendo na caldera, María Tapinos fexo unes fariñes pa cenar. En cuantu les golieren, salieren los sapinos.
Antón, qu´era ´l más pequeñacu, dixo: 
-¿Y non vo comer fariñes yo? Tengo entrar per debaxu la puerte y tó fartucame delles.
Saltiquín a saltiquín acercóse a la puerte, dió unos reblagos más, y como la puerte quedaren los otros dos hermanos, que tamién querín entrar, pero como  ya eren un poco  grandiquinos non pudieren. 
Blandíes, mediu-dures, ablandaes otra vez con lleche callente, ya ´stán  les fariñes de María Tapinos. Entós llenó una ´scudiella pa da-y de cenar ala so neña, y pónxola a enfriar  encima la masera.
Antón llegó ´l sapín dando rebalso y pegó un saltu y metióse de balón ena ´scudiella, y ellí zampó tou lo que pudo, y  tantu se fracturó qu´empujes ya non podía salir de la ´scudiella.
La neña de María Tapinos había relincha non sé cuantu en sin merendar.
Y dixo ella: 
-¡A, mamá, tengo fame!
-Ntós vo date la cena -dizo María Tapinos.
Abaxó la tabla l´escañu y pónxo-y la ´scudiella fariñes nella. La ñeña pónxose a comer, y nuna cuyarada piescó ´l sapu. Y pónxose:
-¡Mamá! ¿Qué yé ´sto que tien güeyos redondos y amírame?
-¡Cómilo, fiya, cómilo, que ye un gorollu!
-dixo la madre que taba ´sfregotiando per ellí. 
Conque, con esto, el sapu  que sintió que lu diben comer, dió un saltu y piegó un sapazu ´mbaxu, pero non se mancó casi nada. Anduvo  arreblagando hasta la puerte y tuvo que trepiar non sé cuantu pa poder salir, porque ya taba más gordu que cuando ´ntró.
Ntós los otros  sapinos empezaren a ´ntruga-y: 
-Antón
fartón, 
¿tú cenasti? 
-Yo sí ¿y tú?
-Yo non!
Ente todos aprendieren el cantar a los otros sapos de la rodiada, y aquellos aprendiérenlu a otros y dend´entós, tó los sapos d´Asturies non canten otra cosa. 
-Cuentos populares asturianos. María Josefa Canellada.-

Respuesta de Jovellanos al general francés
“Señor General: Yo no sigo un partido; sigo la santa y justa causa de mi patria, que unánimemente adoptamos los que recibimos de su mano el augusto encargo de defenderla y regirla, y que todos habemos jurado seguir y sostener á costa de nuestras vidas. No lidiamos, como pretendes, por la Inquisición, ni por soñadas preocupaciones, ni por el interés de los grandes de España; lidiamos por los precioso derechos de nuestro Rey, nuestra religión, nuestra Constitución y nuestra Independencia….. No hay alma sensible  que no llore los atroces mal es que esta agresión ha derramado sobre los pueblos inocentes, á quienes, después de pretender denigrarlos  con el infame título de rebeldes, se niega aun aquella humanidad  que el derecho de la guerra existe y encuentra en los más bárbaros enemigos. Pero   ¿á quién serán imputados estos males? ¿A los que los causan, violando todos los principios de la naturaleza y la justicia, ó á los que lidian generosamente para defenderse de ellos y alejaros de una vez y para siempre de esta grande y noble nación?  Porque, señor General, no os dejéis alucinar; estos sentimientos, que tengo el honor de expresaros, son los de la nación entera, sin que haya  en ella un solo hombre bueno, aun entre los que vuestras armas oprimen, que no sienta en su pecho la noble llama que arde en el de sus defensores…… En fin, señor General, yo  estaré muy dispuesto  á respetar los humanos y filosóficos principios que, segun vos decís, profesa vuestro rey José, cuando vea que ausentándose de nuestro territorio, reconozca que una nación, cuya despacio  se hace actualmente  á su nombre por vuestros soldados, no es el teatro mas propio para desplegarlos. Este seria ciertamente un triunfo digno de su filosofía; y vos, señor General, si estas penetrado de los sentimientos que ella inspira, deberéis gloriamos  también de concurrir á este triunfo para que os toque alguna parte de nuestra admiración  y nuestro reconocimiento. Solo en este caso me permitirán mi honor y mis sentimientos entrar con vos en la comunicación que me proponéis, si la suprema Junta Central lo aprobare. “ 24 de Abril de 1809.- 
A Antonina Pidióme ´l retratu Antona en una esquelina atenta y tuvi á bien contestai  de la siguiente manera: “Non cuentes con mió retrata, pos la vejez ye muy fea, y ágora  que ´stoy canosu  unviátelo  me da pena. To madre vióme llozanu y crée  que soy lo que yera fai venti años, cuando tú  yeres niñina de teta. Si te diz que soy bon mozu, que tengo abonda riqueza y que en mió nome mil gracies;  y tú ye bono que sepias  que yo xugué, n´ utru tiempu, al cascayu con to güela. ¡Qué guapina  debes ser si te paeces á ella! ¡Llástima  que ya m´alucinare  e´na edá de la floxera! Adiós, Antonina. Ciarro sin el retratu  ´sta esquela pa que tú d´él non te rías, nin to madre, nin to güela” Nolón. Revista Asturias Pintoresca. Habana, 5 de Enero de 1890.- 

El Asturcón 

Tanto Silio Itálico como Plinio citan numerosas veces al caballo asturcón en varias de sus obras escritas ya hace más de dos mil años.
Silio Itálico dice:
“Distínguese este corcel asturiano por la blanca estrella que adorna su frente, marca propia de los de su país; blancas eran igualmente sus veloces patas. Aunque de mediana estatura y estampa poco vistosa, le da prestancia su brioso ardor  y volaba a través de la llanura, tascando irritado el freno con su  espumeante boca.” Por su parte Plinio hace referencia  a otra de las cualidades  que dieron fama a  estos caballos: el “paso portante”. No tienen un curso como es el corriente, sino que su paso es muelle y procede del movimiento simultáneo de las dos  manos de un mismo lado; por ello se ha educado  a los caballos  a marchar en un paso  que nosotros llamamos portante o de andadura.” Es emocionante leer en los historiadores romanos de la época: Estrabón,  Dión,  Casio, Floro, Osorio y otros más, los relatos  que trasmitían los legionarios que protagonizaban  la lucha, y a los que impresionó sobremanera  la “bárbara costumbre de sus enemigos de sacrificar sus caballos  en las noches de plenilunio  con máxima ofrenda a los dioses de la guerra”. A continuación bebían su sangre y devoraban su corazón, pues pensaban  que al así hacerlo  adquirían las cualidades que tanto admiraban y anhelaban de sus potros. 
 Este pequeño caballo
de galope cadencioso 
procede de las Asturias
fértiles en minas de oro.  

-¿Cómo es tan tarde e non viene
la hija de mis entrañas? 
Si los lobos la comieron,
si algún cuélebre la encanta…….
"Fuxendo a Cabranes"

De Madrid, Sevilla, Chile, Güenos Aires, México, 
L´Habana Y munches partes: Con cariñu inmensu
Fuxen pa Cabranes aquellos fiyinos Qu´en tierres lexanes Enxamás se olviden De sos patrios  llares, ¡Qué gustu  da velos Llegar  entusiastes, Al ñerín d´amores Qué un día dexaren! ¡Cuántos tiernos besos
Ruxen en sos cares! Fiendo  así el descuentu De tan tristes llágrimes Qu´al fuxir por ellos Cain a raudales. Qué contentu y gozu Hai peles quintanes,  Al ver tantu fiyu Golver a Cabranes!
.......................................
Pero, ¡ay!  Cuátes penes  Tienen otres madres, Al ver que los fiyos  De les sos entrañes, Ximiendo por elles  Tarden años y años Sin venir besales.
........................
Yo que tamién  tengo En tierres extrañes Peazos del alma, Xuro: Si a Cabranes con salú  golviera,  Iré a los altares Y daré-y  un mantu A la Virxe del Carme.
Jesús Arango Alvarez .-

"¡Probe!...."
¡Morrió la probina 
Trespasá de pena!
Solina en el mundo 
 y extraña  en so tierra
Sin calor de naide, 
Sin sombra siquiera,
Rodó pe la vida
 Como fueya seca
Con el cierzu  desgaxa 
Y el vientu  se lleva.
¡Pobre Rosalía! 
¡Quién i lo dixera
Que aquel por quien 
tanto  había llorao ella
Aquel que xurara 
 Llevala pa América,
Había de dexala 
Por una habanera
Que será más rica 
 Pero non más güena
Nin más cariñosa 
Nin más gayaspera!
¡Probe Rosalía
 Daba pena vela
Pasar toes  les tardes
 Camín de la iglesia
Vistiendo de luto, 
 Baxá la cabeza,
Como si un gran crimen 
Pesara sobre ella.
¡Pa vivir asina 
Mejor está muerta!.
Isidro Diez de la Torre (1879-1917).-

" Los pelos del Filanguiru"
Pechu el de Pinón de Rita,
 Conceyón hasta el zapetu,
En un filanguiru dixo: 
-¡Abaxo Muñón cimeru!
Esa ye poca razón 
 Faló  Liru el de Forniellus,
Que si homes enfocicaus
 Hay en les Puentes con pelu,
Non chamben aquí rosquiyes  
Ni azúcare los mocecus,
Y saben  voltar ablanus
 N´el praducu de Don Restu,
-Mira, Liru poco picu.......
 Al oir esto  los vieyus
Zapicanon, y á les moces
 Entró la cambre y los nuervus.
Entóncenes  la mozaca  
Qu´entamara esti sucesu,
Platiquera cual denguna,
 Guapuca; pero con pepu,
Dixo a Pechu: ¡Xenerucu!... 
 Non busques uñes al guetu.
-¡Congrio!.... ¡Viven les Calristes!....
-¡Coni! .... ¡Que remangu el pelu!...
Y Pechu  y Liru brincanon  
Bufando como dos xetus.
El candil á montaraes Morrú,  
y, per  si había enriedu,
Les mozaques les rodiyes
 Con el refaxu xuncienon;
Los ninos colaron toos.......
Cólica daba á los vieyus
Y Liru gritaba:-¡Coni!..... 
Y-¡Congrio! gritaba Pechu.
Y de esfocicáes pegase 
Quedanon  los dos mocecus
Tan fartos como dos chobos 
Pe la seronda ó Xunetu!.......
Alfredo García Dóriga. 1925.-

"Non ta sola"

Llevaron la neña
Na caxina blanca
Magar que la llume 
Del sol se ´smuciaba,
Y baxo ´l lloreu 
La probe descansa.
Quedó soliquina. 
¿Pa qué quier compaña
Si juese muy lloñe 
Quien la galantiara?
Muy lloñe, perlloñe, 
Depués de besala.
Dentós risiquines 
Non hebo en so cara,
Perdieron los güeyos
La llume que ´splandia,
Y á los xilgerinos 
Ya penes non causa
Con so voz melguera 
Con so voz platiada.
Muy lloñe, perlloñe 
Llevároni el alma
Desque pa la guerra 
Fuxó el que l´amaba.
Dentoncies los cielos 
Non hébien lluz clara,
Va ruxendo l´agua; 
Españen troníos
Adientro del alma 
Daquella ñeñina
Que muere amustiada. 
Enel campu-santu 
Dexen la rapaza
En-una caxina 
Permaxa, permaxa.
Quedó soliquina, 
¿Pa qué quier compaña
Si los llucerinos 
Viénin á allumala?
Quedó soliquina. 
¿Pa qué quier compaña
Si dalgún n´aldea, 
De nuichi, cantaba:
Que no la llames, 
Que ya no viene,
Que se ha quedado dormida 
Debajo de los laureles.
Enrique García-Rendueles.- 

Señaldades
¡Maruxina, Maruxina,
 Nial de miós pensamientos
Que esnalando, y esnalando, 
Como paxarinos tienros
Fartucos d´ andar p´el mundu, 
Sin topar n´el mundu fuelgu,
Ván nochase los probinos  
De tó memoria  ´n el ñeru!
Hoy lloñi de ti, mialma,
 Hoy lloñi de ti flaquezco,
Y quiero tar xunto á ti  
Siquiera co  ´l pensamientu:
Ende van mis señaldades 
Como paxarinos  tienros;
Ende van los miós amores 
So les aliquines dellos.
Cuando alleguen cabo á ti, 
Co los tos brazos abiertos
Aguardalos, Maruxina;  Sal, 
mió neña, escontra dellos;
En regozos de to saya Fay 
que se posen d´un vuelu,
Y afalágalos, mió vida, 
Calécelos en to pecho
Non sia qu´a morrer 
 vayan Tarrecidos por el xelu:
Failes ñeru  en tos manines;
 Y,  como yes madre dellos,
Su piquín  en la tu boca, 
Dayos tu misma limentu
Qu´ansina, por ti cebados , 
Vevirán los miós recuerdos.
¡Paxarinos del amor! 
Paxaretinos parleros
Qu´alegran mió  triste vida 
Cantando en mió pensamientu,
Enguedeyados los probes,
 Enguedeyaos y presos
En ´os bardiales d´escayos 
De miós llaceries sin cuentu;
En sin ver la lluz del sol, 
Que siempre enfoscan mió cielo
Neblinas de sañaldá 
Yel orbayu de miós güeyos:
Cuando allegen xunto á
 ti, En sin alendar y secos
N´fonte de tus amores 
Dayos de beber, mió cielu,
Que van ardiendo de sede, 
Por to querencia morriendo.
Cúidamelos, Maruxina; 
Non niegues agua al sedientu,
Y Dios te lo pagará
 Como han pagátelo ellos
Amorosinos cantando,  
Cantando sones melgueros
Al pié de la tó quintana
 En los árboles del güertu;
T´arrollarán al dormite 
Como una madre al so neñu;
Por la nuichi, cuando dormias,
Oiraslos cantar en sueños;
Oiraslos al ser de día 
Cuando seliquín el vientu
Ximielgue les verdes fueyes, 
Pinte la lluz los peñedos,
Y aún el llucerín del alba 
Pestañe solu ´nel cielo.
Y si quiciabes morrieres,
 Dios non  me premita vellu;
Non se escaecerán de tí
 Que en el mismu cementeriu
Quexaríanse, esnalando 
Sobre to defunto cuerpo;
Maruxina, Maruxina,
 Nial de miós pensamientos.
Juan Menéndez Pidal .- "Los nuevos bablistas" - (1925).-

El neñu coxu

-Siñor mélicu: esti neñu tién la patina xelada; encoyiósei per d´afechu y non pué nin meneala. ¡Tal semeya un paxarín qu´en  sin esnales quedara!
Llevelu a Linón d´Antona per ver  si me lu sanaba y elli non dió n´el enquid del mal que me lu  ataraza.
Ricetóme unes esfriegues de llechi  de burra parda con fégadu  de coruxa  fervío  con flor de malva y anque  l´unté  per abondo  non lu curó  nin migaya:
quedói  la patina tiesa  mesmamente comu taba. Por eso vive el mió probe sentadín en ´a solana, amirando pa utros neños  que reblinquen  pe la braña tan y mientres  qu´él  tá quietu  y tien la patina arrastra cásique como si fora  fueyina mustia n´a rama. Dá frayu velu tan tristi  al gurrión de la quintana. Só madre tó ´l santu día qu´anda ximiendo per casa. Yo vó rastriegu al trabayu  y si non lloro  de rabia ye porque  los homes machos  non debín  llorar por nada, anque  de pena argayaos yos caiga a cachinos l´alma. ¡Siñor mélicu: a esti neñu  hay que sanái esa pata. Vusté qu´astudió  d´ambute y sabi  cencies a ´sgaya a ver  si met la llétrica n´esa pierna acalambrada. Quiero  que blinque el mió fíu como blinca la raitana...... qu´esgatile pe los árboles.... que cuerra pé la montaña... que baxe a picos picaños de la cume a la llanada..... qu´ enriede n´es pumaraes....  que trotie  como una xata y salte  como una corcia  y´esguile como una araña. Quieru  que riya  esa boca y que cante isa garganta y que lluza n´esos güeyos l´allegría de la enfancia. ¡Siñor mélicu: a ´sti  neñu hay que sanái esa pata! Tengo una xatina roxa, fiya de la vaca blanca, que ye ´l únicu tesoru de mió casa de llabranza. Tien el pelu  sedosino, focicu  de neñe y grana y un rau  com´una brocha  d´eses  d´afaitar la barba. Dábenmi trescientos riales per elli en mercau de Sama, y yo  non quixe  vendiela  ni anque dos mil me pagaran. Por todu ´l oru del mundiu  non doy la vaca galana, la de los güeyinos tiernos,  la de la esquila de plata. Pero  si vusté me cura al mió rapacín del alma, ¡xuróilo  pe la Santina que pa usté será la xata!
Antología del bable. Tomo II.-

En San Martín taben una noche de esbilla pe ´l  inviernu y la madre y la fiya fueren po ´la garulla al horru. La moza quedóse ´n ´a subiera y sentóse ´n á tenobia. Cuando la madre fui baxar, ya non taba ´llí ; apreció so ´l horru: non taba tampocu. "María ....... María.." Y María non paeció. "¿Onde ´stará esa pujetera? Non pús....., vo dai un fargaxu ñalgaes y cuantes que llegue..." En casa non taba tampocu; salieron to ´los vecinos co ´los sos candiles y amiraren y llamaren munchu, que s´oín los apellidos desde Sietes; sintióse entós una voz muy lloñe: "Adiós, mió pá y mió má, hasta ´l día del xuiciu" Y ya non volvió a paecer más. Ye que ´l horru tién muy mal aquél pa pe ´la noche. Antología del bable. Tomo I. 

El guetu de Retruyés (bable de Lena)


Un mocecu en Retruyés Con un pelu mató un guetu
Que chambía en un zapicu Cheno  de chichi  moi güenu. Un pirru chadró á la chuna Pa contar isti sucesu. Regolvuse el chugarín; Prendieron al rapacecu, Y Uxo, Casare y Ubriendes  Formanon Ayuntamiento; El cura de Carabanzu  Fixo un sermón com ´un templu Y un abogau  de la Pola Imprentó del casu versus, (Dióse á los imprentaores  Miel, mantega y mediu xetu) Foy á Chena la custión, Y entamóse allí  un gran pleitu. Que en la Audiencia sentencianon  Los alguaciles mas vieyus,
Que dixenon: "Nunca peguen Los niños á ningún guetu. Y el chugar de Retruyés Non tenga  pirrus ni pelus; Pelus pa gatos chambiones , Pirrus pa non ser cuenterus y pague les costes Uxo, Y les monteres....¡silenciu!..."

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De entóncenes Retruyés Non tién zapicus nin guetu,
Y los mocecus non usen  En el chugar ningún pelu,
Ello así foy!..... La xosticia  Sabe n´apierta el zapetu,
Y..... bastante bien falanon Los alguacilles más vieyus!
Conque...... morrú la custión.... Y les monteres ... ¡silenciu!...
Antología del  Bable.  Tomo I.-

La entrada de los franceses en Genestoso
¡Mal añu para echus!
Countoume el tío Manulón de Mingañán lo qui pasoe, disti modu: 
Feirá estas cereizas un añu, intrarun lus soldaus  nu mieu pueblu.  Reburdiaban las curnetas,  quiaquellu quita el juiciu. El mandón iba delantre; llevaba una espada na manu, que debía curtar un pelo nel aire. Tantus homes, tantus homes, ya todus cun escupetas, ya bayuneta na punta, aquellu metía miedu. ¡Dieus nus ampare! You  nunca tal vi, andaban todus como si foran pur máquena. El mandón con un begote retorcíu tenía cara de sargentu; yerradus pal qui si mitiera con él. Llevaban una música, ya curnetas  grandes que resplandían, ya tambores, qui aquello estremecía el aire.  Había un estruendu ¡O María Santísima! que parecía la fin del mundu.  You tinía un miedu  de todus los degorrios. Miti la muchier  nu fornu, y la ficha tapiechi la boca y metila na furnica. "Cundenadas, callabus; si nin güey somos muertos toos" Sonou un golpe na puerta, qui paecía un culatazu.
-¡"Patrona"! -decían de afuera.
You metime agazapau  baxu el escañu na cunina, ya tapeime con un fuelle y un cuelmu. Entós.... rinchou la puerta, ya entraun dous suldaus. Qué miedu you pasei. ¡Virgen Santísima! Repilándoseme el cuerpu, callei comu un afogau. Mirarun  pur la cucina, el fucileiro y la piérgola, y pinchaun cuatro pitas  y un gallu. Entós marchaun cun todu. ¡Gulismadores, ibus a la frenda el Diablu, a la veiga el Palu, o a todus los degorrios! ¿Nuestra Siñora mi valga! 
Estornudou  la muchier  nu fornu  y carpia la ficha  na furnica. "Salir ya, cundenadas, salir, qui ya marchaun" Sonou la curneta, y marchaun todus a una, comu demonios, ditrás del mandón.
Rechucían las bayunetas y había un estruendu c´unas músicas, qui paecía la fin de. mundu. La pullina del mieu  vicinu  lleváronla  con dos cabras  y una ouvecha. ¡Mal añu para echus! ¡Dieus me libre de guerras, fame y epidemias!
Antología del Bable. Tomo I.- 

L´últimu besu

É de noche. Na cocina, 
esmigayando una pancha
en escudillas de lleche
pa los jiyinos de ´l alma, 
está Juan el de Marica
desemulando una llárima
y jaciendo pucherinos
lo mesmu qu´una rapaza.
Sentadinos xunta ´l jueu,
co la montera posada,
los críos co las maninas 
metidas entre las patas
esperan sin dar la llengua
qu´ios den la ´scudillada.
La güela sacude ´l tascu
que tién tovía na saya, 
atropa ´l jueu y asoplando
unos tizones de cádaba
asienta sobre ´l so mantu
al perqueñín de la casa, 
arrímase la ´scudilla
y cébalu a cucharadas 
después de prebalas ella, 
que non lu queme la pancha. 
L´ últimu besu
Toos cenan en silenciu,
y non se siente na casa
más que ´l roídu de la xente
cuando asopla y cuando mazca
y el d´un gatu que, jambrientu,
por qu´elli non cena, miaga.
Entonces el triste padre,
posando la llimpia taza
y llimpiando los jocicos 
co lo anchu de las mangas
de la camisa más llimpia 
que la fresca ñeve blanca,
después de besar los 
críos ena mitá de la cara 
jabloios d´esta manera 
co la voz entrecordada:
-Otra vez güelvo a dexavos,
queridos jiyos de ´l alma.
Axustárenme esta tardi
con una güena soldada 
y quedarés huerfaninos 
al amanecer mañana.
Güelina jéyomi ´l jatu,
tengo templada la ´zada 
pa char andar, jiyos míos, 
en cuantu q´apunte ´l alba.


L´últimu besu

Habéis de ser toos güenos.
Madrugá muy de mañana,
qu´ a los críos dormidores 
nunca ´l Señor los ampara.
Habedes de respetar como 
a mi mesmu esta anciana
que queda ´n casa de madre
mentres yo falto de casa.
Cuidade bien de l´hacienda 
que a pocu jay muncha falta
porque cuantu un más tien 
tantu más lo despilfarra
y así caen mayorazos 
y así se junden las casas.
Que non tenga vuestra güela
que gorgutavos palabra
porque hayaes empellicau
los críos de la  quintana,
nin porque saltastes a fruta…..
si lo vuestru non vos basta, 
lo que no e vuestru tién amu 
que non vive en vuestra casa;
y si queredes qu´a vos no 
vos pillen las manzanas 
non pilledes las del prójimu,
que tamién i jacen falta. 

L´ últimu besu
Non mi perdaes una escuela,
que ya tenés güenas patas 
pa trasponé el regüetu 
pero ide ´s esta traza:
como güela ya está vieya
y algún jará falta ´n casa,
ide tres todos los días; 
dos críos y una rapaza; 
y los otros dos que queden, 
una que llende las vacas 
y otru que pañe moñicas pa 
´l huertu detrás de casa.
Mirade bien pel ganau
y por tou, jiyos de ´l alma:
cuantu yo más vieyu sea
más fuerte será mió casa 
y mayor dote tendredes 
si vos casaes mañana.
Vae a ver, dádemi un besu…
tomá, jiyinos del alma…
otru a güela…. así queridos.
Agora no más mifalta 
decivos qu´el que sea güenu
en toda la temporada 
que las miós obligaciones 
me tengan fuera de casa
to traei una buyeta, la más 
cuca y la más maja
que nunca jamás ponieren 
los críos de la quintana 
Conque a ver: venga otru
abrazu y correde pa la cama.

L´últimu besu
Saltando como llebretos
en un campu de toñada
jórense todos a echar.
Co lo anchu de la manga
llimpió el probe Juan los ojos
que tenía jechos llárimas.
Juy echase suspirando,
y pensando ´n el mañana
non durmió, por q´a otru
día, sin esclarecer ´l alba, 
tenía al costín el jatu
y enas manos una zada
y un rozón; besó los 
críos ena mitá de la cara
y salió triste diciendo
co la voz acongoxada:
-¡Cuándo golveré a besavos,
jiyinos míos del alma!



L´últimu besu
Los críos van a l´escuela,
los críos llendan las vacas
y nunca jamás retrucan 
lo que la güela ios manda,
nin riñen con sos iguales 
nin saltan a fruta dalaca; 
y desde aquel triste día
que salió ´l padre de casa, 
probinos, son el ejemplu 
de rapazos y rapazas.
viven co l´esperanza 
d´apretar entre sos brazos 
al padre de sos entrañas.
Pero todos los teyeros
de los q´hay ena quintana
ya vinieren qu´esta noche 
llegaren los que faltaban
y non vien Juan de Marica
y non saben d´elli nada. 



L´últimu besu

Un vecín, el más cercanu,
un día pe la mañana
entregó a los inocentes,
del probe Juan, una carta.
-¿É de padre?- Sí, miós jiyos,
del probe Juan, que vos manda, 
n´ esta carta la buyeta,
leéla bien y guardala.
¡¿A ver que diz?-“Jiyos míos,
jiyinos de mios entrañas:
a la hora de la muerte 
vos escribo estas palabras.
Entre las mesmas negruras
de ´sta muerte que m´acaba
véovos todos, y sé que 
non hay ena quintana 
meyores críos que vos por 
lo que vos do las gracias.
La buyeta que esperades 
y vos tenía mandada 
llevarela yo pa ´l cielo
q´ansina ´l Señor lo manda. 
Non lloredes, que tendrévosla 
en mió espíritu añerada,
si soes güenos, jasta que 
vengades vos a buscala.
¡Adiós!…yo muérome…¡adiós!
¡jiyinos de miós entrañas!”
Yeyéronla todos xuntos, 
y aquella dichosa carta 
pus bastante pa que joren 
los huerfanitos del alma,
los críos meyor criaos 
que vivieren na quintana.
Antología del Bable. Tomo I.-



L Antroxu
Y tóos griten a un tiempu llevantando la montera;  ¡Viva ´l ruiu y la folixa! ¡Viva ´l Antroxu y so fiesta!  ¡Muerra la fame y la sede! ¡Muerra, muerra la Cuaresma! Para ofrecer como contraste el triunfo de la muerte y la Cuaresma: Cuatro lluces, una caxa, muerte, lluto y callavera, ye ´l paraderu del home por muncho que comia y bebia. ¡Qué se fixeron tos fiestes, tos bailes y to cevera! ¡Ay Antroxu! tou ye polvu, ¡Qué razón tenía la Vieya! Bien dixo ´l sabiu que dixo cuando faló a la reciella que ´l home al fin y a la postre va a parar a la güesera. Como tantas otras veces el poema termina acercándose a la realidad más presente: En esto paró ´l intierru delante d´una tabierna y por dir yo distraidu trié a un home ´n una deda. De rabia tiró ´l farol, yo desvieme y dió a una vieya, por correr tiré dos homes y entamós una quimera. Los que querín pan per paces fueron tomá la botella; yo foi contintu pa casa anque perdí la montera. 

Escena en la cocina

Púrrim ´acá, Xuanín , esa ´ceitera, qu´iste candil quier siempre tar chupando: Bartuelu, non bañiques la masera, paña ´sa torta i fai  lo que te mando. Trai árgomes, atiza la foguera, y ciarra ´quel ventán, que ta xelando. De trabayar daqué ¿non ponéis traes? ¿Qué diaños esperáis? ¡filai, rapaces!

De vez en cuando la naturaleza entra en el poema con agilidad:
Taba riscando ´l alba ´nte les fueyes,
y cantaben los gallos ´nes corraes;
el fresquillín entraba pe les teyes,
ruxendo  pe les riestres solmenaes;
daben angún berríu  les oveyes
qu´andaben ya pel monte tresmanaes;
y cantaben cerquina reiseñores
la primera canción de sos amores.

Y al final, el sueño  se resuelve  en despertar:
Dio un rabotazu ´l monstru y chom ´al puertu
mas robome ´l aniellu un paxarín,
y por correr tras d´elli  per un güertu,
falsiáronme los pies en un tapín.
Al caer del sergón queé dispiertu;
llamé ´ntós a Fabricio y a Florín,
y el Sol colaba  ya per tantos laos,
que los rayos paecín filos platiaos. 

"L ´Intierru"

Vienen de capa manque sea ´n veranu
los parientes i deudos del defuntu.
I ´na casa mortoria ya hai  barruntu
de que pañen la herencia co la manu.
En sin embargu, ´l que ta más ufanu
finxe tener les llárimes a puntu
y al preparar pa la llacuada ´l untu,
¡Ai Dios! yos diz, que bonu era mió ´rmanu.
Lleven la caxa los meyores mozos,
óyense quexes, gritos y solozos
al dir dai  al calabre sepoltura.
Y ´al oyer el responsu  ´l llantu  cesa;
que pa todos  ya tá puesta la mesa,
e tranquilamente van a la fartura.
Francisco González Prieto,  Pachu ´l Péritu. 1860-
Literatura asturiana en bable. Carmen Diaz Castañón.-


¡Ca! Lo  qu´ ella busca ye dai un turmentu,
ye fisgai el alma, ye frayai el cuerpu,
ye amargai la vida, ye enciendai el xeniu;
pa quemai  la ixarga, p´agafai el ñerbu,
p ´apusllai el bazu pa ´nchipai el fégadu;
pá gociase cómo va engruñar el ceyu,
va fricar la llingua, va rincar el pelu,
va tercía ´l focicu y arremellá ´l güeyu......
Pín de Pría.  Literatura asturiana en bable. Carmen Diaz Castañón . 


"Panal de color verde"


Alborecía, riscando pe los cordales, el alba, La lluz alfóxare d´oru so les flores peñaraba, dando a cad´una so pinta de color. La brisa mansa, venida d´haza Llevante, repartía pe la campa les sos caricies nes flores, les sos arumes na panda. El sol, lluciendo col día so arniu d´oru, esclucaba pel Oriente ´n so palaciu, poñéndose a la ventana, y aire, cielu, mar y tierra, cad´un al so modu, chaba, a manera d´oración al Siñor una tonada tan dolce como ´cantidu d´un ánxel al qu´ayudara, co les sos llingüines d´oru y cristal, una brañada de paxarinos, blincando allegres de raman ´n rama. 
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Del veranu que fina una nuiche tamplada, amiya sele, sele; el cielu claru espaya d´estrelles y lluceros ansí com ´una estrada fecha de luces d´oru; nos árboles esnala la brisa fresquillina....El arriegu non canta, que más paex que durme nos retueyos de plata, y la fonte qu´esquita entre la fresca rama de lloréu el alxófare del puru filu d´agua, tamién paez que durme na barcalina clara.... nuiche tebia..., hora dolce en que paez que l´alma diz-i al oyíu sele: ¿Suaña, corazón, suaña! Pín de Pría. Literatura asturiana en bable. Carmen Díaz Castañón.


"El mal de Pachu"

Toy floxu y estallazau que non puedo con el alma;  enllénome tó de manches pe la frente y pe la cara; endelgazo... y agomito sobe tó pe la mañana; delles veces paz qu´amorio desque salgo de la cama; y el dolor de los reñones non me dexa facer nada; tango ´l gustu to ´stragau y non com ´una migaya más que dulces o pepites y cosines de antoxana....... 
-Pos no sigas mas p´alantres, que la cosa tá bien clara.....
¡Tas igual que la mió Pepa! -¿Y qué tien?
-¡¡Tá embarazada!!..........
Antonio G. Oliveros. Literatura asturiana en bable. Carmen Díaz Castañón. -

"Embalsamientu  baratu":

Morrió Telva, la Cotorra, la má de Pin, el tratante, qu´en Noreña, co ´l ganau  fizo dineru p´allantre. Piensó l ´home, que dibía con toa pompa enterrala y alcuentró muy distinguío  y muy fino, embalsamala. El precio le parece caro y entonces:
Tomólo  Xeromo a insultu hacia la só profisión y rispondiói, farfullando enllenu d´endinación: De mou.... que ¿treinta duros mos dás per embalsamala...? Per esi preciu qu´ofreces, comu a los gochos... ¡salala....!!!
Francisco Sarandeses (1902) Literatura asturiana en bable. Carmen Díaz Castañón.-


Ellas, milenas más llargas, ellus, el palu enrizáu, vensi menus pelambreras ya menus arangutanes pero siguin las patillas,  lus bigotis echinaus ya barbas de piligrín comu frairis franciscanus. Na capaza, tirulesis chapinus  acampanaus, monetis, cachuchas blancas, de coloris ya de cuadrus. Y como en toda la literatura popular, asoma la crítica a las mujeres: Ellas nu apean  lus calzonis, que son con vualta por baxu, Paez que vamus ser todus d´un solu sexu nombraus: non sei si l´ hermasfroditas , pa tar menus complicaus, La verdá ya qu´el Siñor  al homi faixu de barru, porque la muyer ya un guasu qu ´en roer nus empeñamus. 

Literatura asturiana en bable. Carmen Díaz Castañón. -


El insulto

Voy cuntar un socedío que yo mesmo, propetario, vi n´el pueblo de Lorío, y paé d´un calandario po lo guapo y divertío. Saliendo de misa d´ocho, y teniendo muncha xera por dar de comer al gocho. 
Vi un gran barullo de xente que, tar en en rivolución someyaba cuasimente, y acerquéme selemente pa ver aquella custión. Falando a más non poder vi dientro del corro un bulto; y púd ´entós comprender qu´era una probe muyer co les ansies d´un insulto. 
Igual qu´un perru rabiao chaba ´spluma pe la boca; amparábala d´ un llao Refael el Colorao, d´otru Lin de la Maroca. Y entrambos y dos pulsiando quieren despesllai les manes; ella sigue spatoxando y los sus dientes rucando como si comiés ablanes. Los dos homes llevantábenla coyéndola pel sobaco, y con juerza ximelgábenla, y l´un y l´otru afumábenla con el fumu del tabaco. Pero la probe muyer dóblase como civiella, y está ´pique de cayer pudiendo remanecer que desigüe una costiella. Un que llamen Perrexil, y é ferrador ena Villa, y jué aducao en Madril, chó aquesti fallu sotil: "Hay que rompei la cotilla. Y les cintes del refaxo hay que rompéiles tamién, pa que por riba y por baxo quede lo mesmo qu´un paxo, y pueda cercular bien. Non la tengáis afogada, desapartáivos d´ aquí; que la sangr ´esquilibrada cuido yo para ´entre mi que pide tar ventilada" Peru a aquella muyerina por mal nombre la Pimienta, no i probez la melecina; retuércese com ´una fuina y en poco non arrevienta. Llegó ´l cura a la ocasión; y él, que non se denquivoca siendo cosa de razón, mandó chai sal e´na boca y dai unna flotación. Peru non amejoró aquella probe, nin miga; y tan continuo apuxó, que com´un globo s´infló la caxa de la barriga. Ya non saben qué facer al igual mozos que vieyos; La Pimienta va morrer, y causa ´strañidá ver cómo arremiella los güeyos. En estu Pepa la Tuerta, qu ´atuerto diendo a castañes, y anque paé que tá muerta sabe más que les arañes y en escurrir munchu apierta, dixo: ¡Mil pares de santos vos valgan!... será ´l Cornín? ¿Non dais nel quiz siendo tantos, o cavilais como cantos en sin alcontrar camín? Y descalzando ´l zapato arrimóilo a les narices; y todu aquel arrebato, y la molición y el flato, juénon perdiendo raíces. Facía muncha calor porque nel veranu yera, y el zapatu co ´l sudor ¡ay home! daba un fedor que pa ´l diañu qu´agoliera. Onde saco yo la cuenta que por modos tan sotiles enviveció la Pimienta, pos entamó muy gafienta a tapase los cadriles. Sacó tabaco y papel, fiz ´un pitu n´un istante, incorporóse con él, pidió jueo al redondel y marchóse tan carpante. Esto ye tan efetivo que talment´asocedió lo mesmo que yo lo ´scribo; y hay más d´un paisanu vivo que vió ´l casu como yo. Siempre y cuando que ´ un cristiano, mayormente nel verano, con un insulto cayés, el remedio tá na mano.... quier dicise, tá nos piés. 
Cuentos populares asturianos. María Josefa Canellada. -

UNA ROGATIVA

Yera allá por San Xuan y teníanos la hierba nos plaos numás aguardando pola gadaña, y peque diba mu bien polas montañas, pos lu ciertu ye que nu abaxaban los gañines. Toos se queixaban de lu mesmu, pos el centenu echábase encima tamién y menos dalgunos cachicos —que va que lu semoron mu seruendu— que se diba quedando un poucu cirueñu, lu outru ya estaba pa mete–y la fouz y tantu fui que dalgunos escomenzoron a tumbalu sin asperar nin nada a atropar la hierba. Sobre tou las tierras que nu estaban amayadadas, nun se deixaban asperar.
Nosoutros, on peque tenimos un poucu más de fertuna, pos ye’l causu qu’acertemos a “atrapar” unos gañines de Llaciana, y escomencemos a segar a más y muyor.
Yera’l die comu vos digu de la vispra de San Xuan que ye un die de mucha feria en Llión, asina ye que lintres que los gañines facién tiempu picando las gadañas, a que s’allivantara un poucu más el sol y fuyera l’orbayu, you diba p’acá y diba p’acullá pola rodera mirandu la xente de la montaña que diba pa la feria.
Pasoron muchos muchos, y diban toos con unas veceradas de vacas que pasmaban. Va qu’habié güenos pastos p’arriba pos diban llucidas de verdá.
Dispués pasoron outros cuantos d’a caballu, d’unas yeguas mu maxas y you que los miréi bien, vide asina unu qu’alleguéi a crer que yera un primu pola llinia de la mi muyer que tamién ye de por allá, pero ¡corcho! desiguida notéi qu’estaba encartiáu. Nun yera él, nin con dos lleguas; pero velaí que miróu pal nuestru plau, y p’allá s’encaminóu. A la cuenta, va que yera del mesmu puebru de los nuestros gañines, porque desiguida s’allevantoron a pregunta–y pola salú.
You asina que lu vide dir p’allá, fu tamién, pos díbanseme los güeyos tras d’aquella yegua ñegra. Ariméime bien pa vela muyor, di–yes un cigarricu d’a nueve perrinas, y tous n’amigable compaña parlemos un ratu mu grande, y yá se diba a marchar el de la yegua, cuandu’l gañín que yera más vieyu apreguntó–y si habié dalguna ñovedá pol puebru.
—¡Ai hom...! Nun m’alcordaba’l decívoslu; sí la hai y mu grande, hom—contestóu-yes; y siguiéu d’aquesta manera—. Convién que lu sepades, hom, y muchu que convién, pos hedes saber, chachos, que la coyecha diba tan priada comu cuandu marchestes: un pan ralín, ralín, pol mor de la sequiya; y comu nu aparentaba llover ni aqueixe ye’l caminu, el Domingu numás acabase la misa saquemos en porcisión pol campu alantre a nuestru patrón San Ambrosiu, y el dimoñu me llevi si nu está lloucu, pos numás sacalu por aquellos teisos esgargallaos de Valpierna, escomenzóu a cayer un pedriscu tan grande tan grande, que gracias que nos deixóu pa contalu. Cayíen pedruscos comu ñueces ¡porra!, que nos baldoron la coyecha del tou. Llevóula dafeichu, y nun deixóu pan pa llenar una escudiella y por fin y por postre, matóunos las oveyas.
Aquellu nun yera cousa de deixalu asina, y ye’l casu que tornemos pal puebru y tiremos al Santu pa entrás la puerta la Igresia. Petóu con nosoutros que semos comu’l mesmu pan, ¿que si peta con outros? 
Hora que se las apañe solu. ¡Cata nos lu urdenóu l’indinu...!, peru a poucu más, esgañámosnos toos de tantu dici–ye cousas, y bien que se lu merez, asina escarmará pa outra ve. ¡Vade, vade fixándovos si hai que fiase de naide!
On nun paremos nestu, que yera poucu y habié que vengase bien: sin movenos d’allí mesmu, axuntemos Conceyu y alcordemos conformes y de toa conformidá nun crer más en Dios por siete años.                        En El cuentu asturianu (1860–1939)


CRÓNICA DE UNA LENGUA ARREBATADA-  Fulgencio Argüelles 
Había un almanaque de San Antonio colgado en la pared de la cocina en el que mi madre anotaba las barras de pan que le debía a la panadera, y había tenderos muy serios con mandilones azules que vendían todos los productos del mundo, y mieleros de rica miel y copleros con látigo y titiriteros dolientes, y había una radio en la que sonaban canciones tristes encargadas por enamorados sin nombre, y también había una bicicleta verde que no era para los veranos sino para que mi padre acudiera cada día a su trabajo en la mina, y había una escuela con mapas y crucifijos y con tinteros de porcelana, y el tiempo se alargaba hasta quedarse dormido enriba les talamberes. Y en este tiempo en el que nadie parecía envejecer había una lengua con la que aprendíamos a nombrar las cosas, una lengua que parecía nuestra porque explicaba como ninguna otra lo que nos pasaba por dentro y por fuera, una lengua abarrotada de palabras sonoras y cordiales, ásperas unas como la piedra caliza, suaves otras como la mantega que mazaba la güela, pero todas ciertas y nuestras.
Esa lengua era nuestra porque ya venía con nosotros cuando nacíamos y porque no sólo era la lengua de las palabras que pronunciábamos sino la lengua de los pensamientos que concebíamos y de los sueños que nos abrigaban, la lengua de la memoria de todos aquellos que nos habían precedido. Y así decíamos tá moyao, faime falta echar un pigazu, esti güesu tá duru de royer, esa moza entróme pelos güeyos, el perru llambióme les manes, téngolo na punta la llingua, va vagate o soleyóse nel corredor tola tarde. Y nos entendíamos bien y nos sentíamos bien y estábamos más cerca unos de los otros. Y un día fuimos a la escuela y un maestro que era gallego nos advirtió que no había más lengua que el castellano, que era el idioma del imperio y también el de los ángeles del cielo, y que no se permitiría en aquel templo de la sabiduría ninguna palabra popular, deforme, abyecta y vulgar que no perteneciera a la lengua universal de la nación elegida por Dios, que era la nuestra, y el maestro tenía una regla larga con la que nos medía las yemas de los dedos del alma cuando alguno pronunciábamos palabras como asgaya, emporfiáu, merucu, escalabrar, enxamás, taramingase, xingar ,no fondero o al altu la lleva.
Y sufríamos mucho, aunque ya no nos acordamos, porque de pronto era como si te dijeran que tu nombre ya no era tu nombre, que tu memoria estaba trastornada, que tu pasado estaba sucio y que para ser aceptado en el ámbito del destino universal tenías que volver a nacer. tenías que aprender a nombrar las cosas como mandaba Dios. Y poco a poco comprendimos que aquella lengua nuestra con la que habíamos aprendido a nombrarlo todo, lo de fuera y lo de dentro, acciones y sentimientos, pájaros y flores, cachivaches y sueños, que aquella lengua que habíamos utilizado para relacionarnos, de alguna manera (o de muchas maneras) estaba prohibida. España no hay más que una, gritaban aquellos maestros señalando con la vara en un mapa lleno de colores diversos. España no hay más que una y no precisa más que una lengua.
El olvido obligado de aquella lengua fue lento y costoso. Estaba yo ya en la Universidad, en el Madrid de las dictaduras agonizantes, y aún debía consultar el Diccionario del Castellano para saber si una palabra concreta pertenecía a la abyecta lengua prohibida o al idioma imperial de los ángeles. Y buscaba nial y pación y xabú y cucho y formigar, y había palabras que podía utilizar en mis escritos universitarios y había otras que tenía que olvidar. Fue en aquella Universidad de los descubrimientos donde me encontré con unas palabras de Suetonio Tranquilo que (en la lengua realmente imperial y madre de todas las lenguas, de la impuesta y de la prohibida) decían: In civitate libera lingua et mens liberae esse debent: En una tierra libre, lengua y mente deben ser libres. O también: Nun pueblu llibre, llingua y mente deben ser llibres. Ciertamente, en aquel pueblo mío de la memoria, naquel tiempu de les talamberes llargues y les bicicletes que nun yeren pal branu, nun había llibertá. Pero no sé si ahora la hay, al menos en todo cuanto se refiere a la nuesa llingua. No, no la hay, y tampoco hay dignidad, porque un pueblo que desprecia su memoria, un pueblo que reniega de sus palabras (y por lo tanto de la cultura y del pensamiento que guardan), un pueblo que no ensalza, protege, valora, defiende, estudia, agranda, y difunde su lengua no es un pueblo libre, no es un pueblo digno, sino un pueblo triste, resentido, soberbio, ignorante y muerto.
Hay quien piensa, desde su patética y estremecedora ignorancia, que las lenguas ocupan lugar y que unas a otras se pueden estorbar. Ellos no saben (qué van a saber) que la lengua (cualquier lengua) es sabiduría y que la sabiduría siempre suma o multiplica y que no ocupa lugar. Atender a nuestra lengua, protegerla, estudiarla y defenderla responde al compromiso ineludible del ser humano con su memoria, con sus antepasados, con lo que cada uno en definitiva es. Pero puedo entender la pereza, comprender la dificultad del estudio, del cuidado, de la resurrección. Mas lo que no puedo entender es la oposición, la negación, el empeño por anular, por denigrar, por hacer desaparecer. No puedo entenderlo si no es desde la malévola ignorancia, desde la depravación cultural o desde la mala fe. Y algunos, incluso, se enorgullecen de su pelea contra esta lengua hermosa e inocente, como todas las lenguas. Yo quiero que mi entrañable lengua asturiana sea querida, o al menos respetada, que sea estudiada, o al menos conocida, que sea utilizada, o al menos escuchada, porque mi querida lengua asturiana es compatible con todas las lenguas de la tierra. Quiero poder decir libremente, sin que se me descalifique o se me insulte que toi anoxáu, que me fai rebulginos nel alma tanta desconocencia, que me duel muncho el celebru, que aterezco de frío  y de pena, que me manquen les persones que renieguen de la memoria del so pueblu. Ellos son más y por eso  creen que tienen la razón.  Pero yo sé que no la tienen  y que no son buenos y que no son sabios y que no son justos. Toi convenciu. Mi admiración y mi agradecimiento a todos los escritores  que a lo largo de los años, y contra vientos y mareas del diablo, decidieron  expresase en la lengua asturiana, cuidándola, sosteniéndola  y haciéndola hermosa y grande. 
Diario El Comercio. 

Cantares

Sí quieres que el carro cante, úntale con saldiguera, oirás al carro cantar, verás las ruedas que vuelan. A dónde vás a dar agua, mozo de las mulas, que desde mi casa siento las herraduras. A dónde vas a dar agua, mozo de bueyes, que desde mi casa siento los cascabeles. Si sientes los cascabeles de mi pareja, asómate a la ventana, ponte a la reja. Viva el trueno, viva el trueno, viva la gente tronera, Más calavera que yo no pasea la carretera. Recopilación de canciones asturianas. 
José Fernández García "Patin de Villar".-

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