Desfiladero de Las Xanas






Textos:
- La tormenta del día 13 de 1723 en Oviedo.
-Los saludadores.
- El prodigio de las flores de San Luis del Monte.
- Diálogo político 1833.

El desfiladero de las Xanas, de Caballada o de las Brujas, recibe el nombre de xanas en honor a las ninfas de la mitología astur leonesa, se encuentra geográficamente entre los concejos asturianos de Santo AdrianoQuirós y Proazacomunidad autónoma de AsturiasEspaña. Es el sendero de Pequeño Recorrido PR-AS 187.
Parte del área recreativa El Molino de las Xanas y termina en la ermita de San Antonio, volviendo por la ruta de Valdolayés, en un circuito circular.1



La tormenta del día 13 de Diciembre de 1723 en Oviedo
En esta ciudad de Oviedo, inmediatamente a aquella furiosa borrasca del día 13 de diciembre del año 23, que no se olvidará jamás en este país, por el   estrago que hizo en la hermosa torre de esta catedral, se esparció la voz de que un misionero, vecino y conocido de todos, había profetizado para el día 20 otra tempestad mucho más horrenda y cual nunca habían visto los mortales, lo cual  fue tan creído que estaba dominada de un terror pánico toda la plebe. El misionero, que es ejemplar y discreto, no había dicho tal cosa; y el día señalado fue de los más apacibles y serenos que he visto. …. De orden del Ilustrísimo Cabildo fueron examinados los daños de la torre por un arquitecto, el cual los ha tasado en sesenta mil  ducados, grande suma para que pueda esperarse, ni aun en muchos años, el reparo, porque los fondos de la fábrica de esta insigne iglesia son muy desiguales a tanto coste; las rentas de sus capitulares  están tan menoscabadas que necesitan manejarse  con delicada economía  para alcanzar a su decencia.  Está puesta la confianza en el religiosísimo celo de nuestro monarca, a quien se ha recurrido. Alain René Lesage. (1668-1747). Asturias vista por viajeros. Volumen primero. -




Los saludadores.
Yo he solicitado noticias de hombres advertidos y veraces que asistieron  a las operaciones de varios saludadores, y me aseguraron  que jamás les habían  visto lograr el efecto pretendido; por lo cual estaban persuadidos a que cuanto dicen de su virtud es droga y embuste. Dos años ha que un paje del señor Obispo de esta Santa Iglesia,  hoy electo para la de Puebla de los Ángeles, fue mordido por un perro rabioso: fueron llamados los saludadores, uno de ellos el más famoso que hay en este Principado: hicieron entrambos sus habilidades. ¿Que sucedió? Que el enfermo murió rabiando. Es verdad que uno de ellos (acaso haría lo mismo el otro) me consta que dijo que no le habían dejado obrar. Con estas y semejantes mentiras mantienen su opinión en el vulgo, aunque nunca logren feliz suceso. Noto que ha dicho paje también se le hizo beber agua sin que sirviese de nada.
Del saludador famoso que he dicho había yo oído contar que, cuando quería, con un soplo derribaba muerto a cualquiera animal rabioso. Ofrecióse tocar yo esta especie en un corrillo, donde se hallaban algunos caballeros del país, y uno de ellos, que vive lo más del tiempo en una  aldea, me dijo que en una ocasión le había llamado para que o curase o matase a una vaca suya, tocada de la rabia. Vino, pero por más que le animaron no se atrevió a entrar en el corral donde estaba la vaca. Lo más que hizo fue entreabrir un poco la puerta, y desde allí soplar y más soplar, teniendo gran cuidado de cerrar la puerta siempre que la vaca le encaraba o se quería acercar. Al fin, no aprovechando nada, ni sus soplos ni sus deprecaciones, se tomó la providencia de matar la vaca de un escopetazo. 
Otro caballero de este país, bien enterado de la práctica de los saludadores que hay en él, me aseguró que su farándula consiste en que cuando los llaman para visitar alguna porción de ganado, o ellos lo hacen de su propio motivo, aunque esté todo sanísimo y sin sospecha de rabia, señalan tales o tales cabezas que dicen están dañadas; sóplanlas y bendícenlas: reciben su gratificación; y como después el dueño ve que aquellos animales no murieron, cree que debe la vida de ellos a la virtud del saludador, el cual no hizo otra cosa que levantarles que rabiaban. Pero cuando les llaman para algún animal que manifiestamente está tocado de la rabia, después que inútilmente hacen sus habilidades, dicen que ya llegaron tarde, por estar el veneno apoderado del corazón, que si hubieran sido llamados un día antes infaliblemente le hubieran curado. 
Informándome yo con la mayor exactitud sobre la prueba de pasar la barra encendida, que hizo un saludador forastero pocos  años ha  en un lugar de Villaviciosa, distante siete leguas de esta ciudad de Oviedo,  para deducir de sus circunstancias qué juicio se debía hacer, me dijeron algunos de los que se hallaban presentes,  que al tiempo de poner los pies en la barra, se sentía  bastante  estridor y levantaba mucho humo,  el cual  se experimentaba extraordinariamente  hediondo.  De aquí colegí firmemente  dos cosas. La primera, que el fuego verdaderamente ejercía su actividad  en el cuerpo que tocaba inmediatamente, de que son indicios manifiestos el estridor y el humo, los cuales les resultan de la acción de quemarse alguna cosa, especialmente si es húmeda. Colegí  lo segundo que lo que se quemaba no era la carne o callos del saludador: pues estos no habían de levantar mucho humo, ni el humo sería de hediondez extraordinaria, sino alguna pasta sobreañadida.
Fray Benito Jerónimo Feijoo.  (1676-1764). Asturias vista por viajeros. Volumen primero. -



El prodigio de las flores de San Luis del Monte, en Cangas de Tineo.
Una de las maravillas más portentosas es la que todos los años se registra de todos los que concurren a su fiesta en el día que la celebra un pueblo de Asturias, en el valle de Cangas, Obispado de Oviedo. Hay aquí una devota ermita consagrada a este santo Obispo. Concurren el día 19 de Agosto a la celebridad de su fiesta todos aquellos pueblos comarcanos.  Sucede que al punto que se empieza a cantar la misa brotan por las junturas de las piedras de las paredes, por los resquicios de las puertas y ventanas, por las mismas cerraduras y cerrojos unas flores admirables que no se sabe de qué género sean; porque en la variedad hermosa que produce de flores en el campo ninguna es a esta flor semejante. Son hermosas a la vista y de suave olor, y todas acabando su misa se marchitan. Cógenlas con devota codicia cuando están verdes y lozanas en el tiempo que dura el sacrificio de la misa, y se guardan con cuidado, porque son medicinales,  y con su aplicación se ven admirables curaciones. A nuestro Wadingo le hizo tanta admiración este milagro que antes de darle a la estampa habló con muchos, que como testigos de vista depusieron de él; y no asegurándose, negoció con un religioso grave que fuese a propósito a las Asturias, estando él en Coimbra, y se hallase presente ese día, examinase lo que hay en este particular y todo lo pusiese auténtico con testimonio de notarios apostólicos y escribanos públicos, como lo hizo,  y halló ser así, como queda referido. Esta misma averiguación han hecho otros; y en verdad ninguna diligencia sobra para contestar tan singular maravilla. 
Fray Damián Cornejo. (Segunda mitad del s. XVII)
Asturias vista por viajeros. Volumen primero. -

Diálogo político en 1833 
Pachu- Ven acá
Xuan- non te plasmen les coses  que van pasandu? 
Yo nunca cuidara ver  que llevantasen el rabu los xodíos, que llamaben Negros, en tiempu d´antañu, Nin qu´esa Crista o Crestina, que la traxo Dios o el diablu, Tan rellambida y melguera, a todos facer dexando,  Ir tomando soliquina, per todes partes el mandu.
Home, tú ya non t´acuerdes, cuando estevo l´home malu Lo qu´ella espaxaretó, en el tiempu que-y dexaron Facer les sos zalagardes. ¡Ah, compadre, mal pecáu! Si yo fora lo que ´l Rey, ya-y  dixera un recáu Y fora rabu entre piernes a componer el guisáu
O cuidar de les sos neñes qu´una muyer non ye usáu
Que se metia n´otres coses que les que pide ´l so estáu. Pos too lo que t´advierto nin siquiera ye pintáu, Pa lo que fexo dempués qu´el mandón estiró ´l rabu. Has de sabete, compadre, que yo estoy medio ablucáu porque non bien quedo viuda cuando traxo pa ´l so llau Mas de cuarenta fartones que la están encerrizando; y pa que los Realistes  non ayuden al cuñáu Arrincó-yos los fusiles sin siquiera dar un dariu; De modu y manera qu´ellos quedanon con tantu palmu? Y agora sin ton nin son paez que quieren espetanos A la so fía por Reina…. ¡Visti nunca tal fregáu, Qu´una neña, que non tien tan siquiera los tres años,  Una probe rapazuca, que venga agora a mandanus! Non, pos en mi ánimu temo? Xuan- Calla, por Dios, calla, Pachu: Tú por fuerza alloqueciste o estás quiciabes borrachu. 
¿Non sabes, probe magüetu, que si se casá Fernandu
Anque yá mozu non yera fo porque-y  soplicaron  Los Señores del Conseyu pa qu´un reinu tan llargu Tobiese su socesor? Pos bien, dempués de casáu Fexo lo que toos facen, y la Reina pel so llau
xibló esi para de neñines más galanes qu´otru tantu:
Y entóncenes, animal, (Qu´el diañu más yes qu´un xatu) ¿Lo que tien el padre, dime sin andar en arrumacos, Non será de les sos fíes? el to prau del barrancu En tú morriendo, rocín, ¿Vá que non ye pa ´l tu hermanu Sinón pa la to fiína anque agora está mamandu?
La verdá qu´entonces tien la to muyer que cuidalu Pa que no entren en pacellu de los otros el ganáu.  Pos faite cargu endagora que la tu neña, pazguatu,  Ye la reinina pequeña y que ´l reinu ye el do prau,  Y que la tu muyer ye esa de quien tú, babayu, Dices tantes picardíes, que mereces con un palu O que con una civiella retorcida de carbayu Te midieren les costielles ¿Por qué non  te faces cargu Que lo que los Reyes manden esté bien o mal mandáu, Hay que baxar les oreyes con el focicu peslláu? Ansina lo leí yo nun llibrón qu´está forráu En suela, y tien escorneyes como les tien un berbiariu: Y entonces tu xabalín, que te metes a lletráu Y arregañes los caniles contra lo qu´está estampáu, ¡Vala ´l diañu to pelleyu! ¿Cuálo ye lo qu´enrabiáu Te tien de los sos decretos? ¿Será quiciás porque ogañu Dunvió decir de que foren al estudiu los rapaces,  O ye porque tevo fuelgu, habilidá y arremangu D´abrir les puertes a toos los qu´andaben escapaus? Pero en to concencia, dime, si non estás alloriáu ¿Si fores danguno d´ellos qu´anduvieses esterráu Y fechu un probe allá lloñe con el botiellu estripáu,  Sin poder ver la to fía, la to muyer y el ganau? ¿Non te folgares venir pa la to casa volandu Lo mesmo qu´un riquilite?, pos bien,  pelos tos pecaos (Y máxime los ayenos) y non andes espantáu.
Si estevo bien o mal fecho ye cosa de Deputaos? cuantes más, que munchos d´ellos son los que foren nombraos A la Corte de Madrí y sin angún desaguisáu Fixeron, tienen la culpa aquellos que los dunviaron? Oyes, hom:tú tamién fuisti entonces compremisaru, Y mui bien que t´espurríes.¡Oh! y cómo andabes anchu!? El Fomentu y otres coses que la Reina tien mandáu, Como quitar los Realistes pa atayar qu´un malváu Faga algún revolvimientu? ¿Qué ye lo que tien de malu? ¡Vala ´l diañu to mollera!, yes un calabazón, Pachu.
Pachu- Xuan, too lo que falaste, está bien desquillonáu; Pero ´l nuestru señor cura, que ye home muy lletráu, Non reza per esos llibros ni, anque lu fagan pedazos, Fartu será que los rece ningún otru del so sayu: Si tú los oyés falar quedábeste apavuráu.

……………………….
Xuan- Éses son, Pachu, pamplines: La obediencia del vasallu Ye la que nos manda Dios, lo demás hai que doxallu.
Tú sigue los mios conseyos si non  quies ir engañáu.
……………
Cuida, cuida la to llosa, de los xatinos y el prau, Y pide a Dios que conserve a la Reina munchos años, Y a la bona de la madre, aciertu para mandanos. 































Pidal expresa de manera más clara cómo emprenden la bajada: “El procedimiento seguido fue el siguiente: para mí, como a la subida, lo más cómodo  y hacedero, bajaba delante, cuándo de pecho, cuándo de espaldas al muro, y mi compañero me deslizaba, teniendo de la cuerda, hasta que tocaba punto firme.  En cuanto a Gregorio, ¿cómo bajaba sin que alguien, por arriba, le fuese teniendo y soltando cuerda? He aquí cómo nos arreglábamos: una vez que yo estaba firme, comenzaba a subir  de nuevo lo que podía y estirando el brazo, esperaba con mi puño cerrado, pegado a la peña, uno de los pies del Cainejo, quien de allí  pasaba a la cabeza y al hombro. Cuando yo no podía subir más, entonces bajaba como podía. Excuso decir que mientras se descolgaba de este modo, yo me agarraba con todas mis fuerzas a la peña y a la cuerda para poder resistir el tirón, si por acaso llegaba a despeñarse; que de no resistir, dado que íbamos atados con la cuerda, mi suerte hubiera igual a la suya. Hubo un paso en que no podía dar  otro, y yo le oí murmurar: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Cómo subí yo por aquí?

























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